
En conmemoración del aniversario número 27 de la Revista El Clavo, el próximo 30 de agosto.
Por: Jonathan David Tangarife Quintero.
Teniendo en cuenta la gran crisis por la que están atravesando varios de los medios de comunicación más grandes de nuestro país, resulta de suma importancia destacar aquellos medios que, a pesar de las circunstancias, han sabido mantener su independencia (en todos los sentidos) del poder. Un ejemplo de esto último es la Revista El Clavo.
El historiador y periodista político estadounidense, Theodore White (1915-1986), en su momento afirmó: “Hoy, el poder en América significa control de los medios de comunicación”; algo totalmente aplicable aún para nuestra cotidianidad global y nacional.
Por algo la prensa y los medios de comunicación han sido denominados el cuarto poder: por su gran influencia en asuntos sociales y políticos. Aún así, pienso que muchas personas alrededor del mundo siguen sin ser lo suficientemente conscientes del papel tan fundamental que juegan los medios en el desarrollo de una nación: así como pueden abrirles los ojos a las personas y entregarles información veraz y lo más imparcial posible, también pueden ser los artífices de un enorme engaño colectivo y de la preservación de la ignorancia en la mente de cada individuo.
Por lo anterior, para que un país camine en la dirección correcta, se requiere una prensa independiente; y para que exista esa independencia “los periodistas deben estar libres de cualquier forma de interferencia al practicar su profesión”, según el capítulo 13, titulado Medios de comunicación independientes y libres, del Estudio de Caso sobre el Sistema Nacional de Integridad realizado por la corporación Transparencia por Colombia. Sin embargo, lastimosamente, esto es algo que casi nunca sucede plenamente.
Partiendo del texto de Transparencia por Colombia, existen tres detonantes principales que atentan contra la independencia periodística en nuestro país: el hostigamiento por parte de los violentos, la influencia del poder político en la prensa y la poca (o inexistente) competencia que hay en lo referido a la propiedad de los medios de comunicación privados.
En cuanto a lo primero, durante el año 2000, por ejemplo, en pleno auge de la violencia en Colombia, fueron asesinados 12 periodistas, más que en cualquier otro país de América. (Corporación Transparencia por Colombia. Estudio de Caso sobre el Sistema Nacional de Integridad, Bogotá, 2001, Cuaderno No. 4) Los violentos nos arrebataron el humor y la crítica de Jaime Garzón (1999), al igual que a Guillermo Cano (1986), por citar un par de casos. Además, en nuestra nación se volvió folclor que aquellos que piensan diferente deban huir de su tierra, tal como le sucedió a Gabriel García Márquez, escritor y periodista, quien en aquella época afirmó que se iba para México porque Colombia se había vuelto un país inseguro e incómodo para escribir, o a Daniel Coronell, uno de los mejores periodistas de nuestro país, quien vive en el exilio desde 2005 debido a amenazas de muerte en su contra por su labor periodística.
Por otro lado, está la problemática representada en el hecho de que el gobierno de turno sea el propietario de algunos medios de comunicación, lo cual también, lógicamente, socava la libertad de prensa y suele dar pie a que los periodistas renuncien a su independencia, buscando satisfacer exigencias políticas particulares. En el contexto colombiano, este peligro se ve reflejado en medios como RTVC (Radio Televisión Nacional de Colombia – Sistema de Medios Públicos), el cual es propiedad del Ministerio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones.
Finalmente, se encuentra el que, considero, es el obstáculo principal para el desarrollo libre e independiente de la prensa en Colombia: la privatización de los medios en pocas manos. La propiedad de medios de comunicación por parte de agentes privados, en teoría, debería ser una solución para la segunda problemática, pero realmente, al menos en Colombia, resulta ser un peligro aún mayor.
Según el informe de Reporteros sin Fronteras y la Federación Colombiana de Periodistas (2019), incluido en el trabajo de Páez y Saba (Autonomía en el periodismo colombiano: entre clicks, dependencias económicas y políticas), 20 de los 40 medios de comunicación más importantes de Colombia pertenecen a seis familias: “La mayor parte de los medios pertenece a Carlos Ardila Lülle, quien ocupa el tercer lugar entre los empresarios más ricos de Colombia según Forbes y cuenta con casi 60 % de los medios colombianos. Otros empresarios de importancia son Luis Carlos Sarmiento Angulo, dueño de la empresa bancaria Grupo Aval y la persona más rica de Colombia, y Alejandro Galvis Ramírez, hijo de un importante dirigente político; ellos cuentan con 16 – 26 % de los medios colombianos. 15 % de los medios pertenecen a la Familia Santo Domingo tras el holding Valorem S.A.” (Reporteros sin Fronteras y Fecolper, 2019)
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Como si fuera poco, estos individuos/familias son dueños de grandes emporios empresariales, o tienen una enorme influencia política, o ambas cosas; por lo que ya podrán imaginar el papel que estos millonarios cumplen en los medios de comunicación que son de su propiedad, y el peligro constante que existe para la independencia periodística en estos medios de comunicación, llegando así a propiciar la autocensura: la no realización de artículos periodísticos que puedan afectar los intereses de los propietarios o las aspiraciones publicitarias del medio.
Por su parte, la Constitución Política de Colombia contempla el tema de la libertad de expresión, de prensa y la independencia de la labor periodística en sus artículos 20 y 73, sin embargo, en la práctica no es suficiente y por ello, como colombianos, debemos tomar ciertas medidas si lo que deseamos es tener medios de comunicación independientes o, en el caso de los periodistas, trabajar en estos: evitar el consumo de medios totalmente parcializados, apoyar medios independientes y autofinanciados, y motivar la creación de leyes que promuevan la democratización de los medios de comunicación, para evitar que estos sigan siendo propiedad de unos pocos, y lograr así, por lo menos, tener puntos de vista diferentes dentro de la opinión pública.
Para concluir, llevo escribiendo para la Revista El Clavo durante casi tres años, y de primera mano puedo afirmar que este medio respeta totalmente la libertad de expresión, de pensamiento y de prensa. Nunca se han realizado modificaciones editoriales con el fin de favorecer a terceros ni nada por el estilo. Es por esto que la trayectoria y la longevidad no mienten, no cualquier medio de comunicación puede decir que está cerca de cumplir las tres décadas desde su fundación, ni tampoco se puede dar el lujo de “sacar pecho” por ser un medio independiente en su totalidad sin sonrojarse. Medios como El Clavo son los que merecen todo nuestro apoyo y contribución, porque en ellos recae la gran responsabilidad de seguir creando país a partir de la democratización de la información.
Gracias por este espacio a quienes han hecho posible que El Clavo siga siendo un medio de comunicación reconocido a nivel nacional e internacional. De nuestra parte sigan esperando reír y reflexionar a partir de nuestros contenidos y que nuestro lema siga estando presente en cada cosa que hagamos: “Escribimos mentes jóvenes para mentes jóvenes”.
¡Feliz cumpleaños, clavianos, vamos por mucho más!
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