
América Latina tiene todo el potencial para jugar un rol de liderazgo en la transición energética global, que implica lograr el cero neto o neutralidad de emisiones al 2050, la gran meta climática que busca mantener el calentamiento global dentro de límites seguros para la humanidad y en línea con el Acuerdo de París.
Así lo muestra el Latin American Energy Outlook, el primer informe para la región dado a conocer la semana pasada por la Agencia Internacional de Energía (IEA).
La región ya cuenta con uno de los sectores eléctricos más limpios del mundo, lo que allana el camino para continuar por la senda de las energías limpias.
Las renovables, que además son más baratas y reducen la dependencia de los combustibles fósiles a propósito de la incertidumbre que provocan los actuales conflictos bélicos, generan el 60% de la electricidad de la región (encabezando la hidroeléctrica), lo que significa el doble de la media mundial y posee algunos de los mejores recursos eólicos y solares del mundo.
Asimismo, la región es clave para la producción de minerales que son componentes esenciales de muchas tecnologías de energía limpia en rápido crecimiento, con cerca de la mitad de las reservas mundiales de litio y más de un tercio de las reservas de cobre y plata. Países de la región ya están encaminándose hacia nuevas fuentes de energías como el hidrógeno verde.
Informe sobre la Brecha de Producción 2021
Sin embargo, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente también dio a conocer su informe sobre la Brecha de Producción 2021, que revela que los gobiernos planean producir más del doble de combustibles fósiles en 2030 de lo que sería consistente con la meta del límite de 1,5 °C del Acuerdo de París.
Es decir, esta producción debería disminuir ya y rápidamente, pero los principales países productores de petróleo, carbón y gas planean más bien aumentarla hasta 2030 o más allá y la región no es la excepción.
Uno de los puntos clave que se verá en la cumbre climática de finales de este mes en Dubái, la COP28, es el Global Stocktake, que significa determinar que tanto alcanza la acción climática sumada contenida en todas las NDCs o planes climáticos de los países alcanza para mantenernos dentro de las metas del Acuerdo de París.
La realidad es que existe una brecha grande entre lo que los países presentan ante la Convención de Cambio Climático como sus NDCs y lo que en realidad son sus políticas energéticas.
Lo cierto es que las energías limpias coexistirán por un buen tiempo con los combustibles fósiles, los cuales no desaparecerán de la noche a la mañana.
Transición energética
No hay que perder de vista tampoco que existen renovables cuyo proceso de producción también genera emisiones e impactos sociales, depende de cada caso, por lo que la transición energética, además de reducir al máximo las emisiones en todo tipo de fuentes de energía y ser resiliente a los impactos del cambio climático, también debe ser justa e inclusiva para brindar beneficio.
Según la CEPAL, en la región todavía 16,1 millones de personas no tienen acceso a la electricidad y 90 millones no tienen acceso a sistemas de cocción limpia.
América Latina tiene, entonces, en sus manos la decisión de aprovechar sus ventajas comparativas no solo para beneficio propio, sino para, de forma más integrada, ejercer un liderazgo global en acelerar la transición energética, una que también sea justa.
El 9 de noviembre se realizó en Uruguay la Reunión de Ministros de Energía de América Latina y el Caribe, órgano de gobernanza de la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE), en la que 16 países de la región acordaron incrementar la meta regional de incorporación de energía renovable en la matriz eléctrica hasta en un 73% al año 2030 y la inclusión de energías renovables en la oferta total de energía en un 36% para ese mismo año.
EFE Verde.