
En 2001, en una población del bajo Atrato apareció un graffiti que decía: “llegaron Los Magníficos”. Era el inicio de una serie de asesinatos selectivos que establecieron el orden paramilitar, y con él, una serie de proyectos agroindustriales con la firma de empresarios de la más alta reputación.
El graffiti alude a una serie de televisión en la que un grupo de prófugos por crímenes en Vietnam luchaba por los derechos de los más necesitados. Algo parecido a lo que dicen ser los paramilitares: “exterminadores del flagelo subversivo en defensa de los derechos de las poblaciones afectadas”. Pero curiosamente, coincide con un suplemento secreto del 26 de febrero de 1962, mucho antes de la serie, en que altos mandos del ejército estadounidense vinieron a Colombia y redactaron un informe que decía: “Debe crearse ya mismo un equipo en dicho país, para seleccionar personal civil y militar con miras a un entrenamiento clandestino en operaciones de represión. (…) Esta estructura se usará para presionar los cambios que sabemos, que se van a necesitar para poner en acción funciones de contra-agentes y contra-propaganda y, en la medida en que sea necesario, impulsar sabotajes y/o actividades terroristas paramilitares contra los conocidos partidarios del comunismo. Los Estados Unidos deben apoyar esto“.
Hoy, Los Magníficos no son una fuerza oscura que se esconde detrás del telón del teatro castrense sino que aparecen a la luz pública como salvadores de la democracia. Hoy, esa arma que iba a solucionar los fenómenos subversivos del país, se ha convertido en una fuerza política, económica y militar que decidirá el futuro de las próximas elecciones.
Pero desmitifiquemos algo. Los paramilitares no han derrotado a la guerrilla: en coincidencia con la Seguridad Democrática, liberaron las principales zonas productivas del norte del país del yugo guerrillero. Hoy la guerrilla se asienta en el sur, con algunas excepciones, y los paramilitares en el norte. También, como lo ha informado el INCORA, el 48% de las mejores tierras del país están en manos paramilitares, lo que ha aumentado los índices de personas en situación de desplazamiento.
Entonces: ¿Por qué Los Magníficos no han exterminado a la guerrilla? Primero, la guerrilla es poderosamente salvaje a la hora de la lucha, y segundo, lo que le interesa a los ‘paras’ no es la guerrilla en sí, sino las tierras en su poder, que por su valor productivo son fértiles para esa hoja sagrada cuyo extracto químico puro es la cocaína.
Eso es lo que está pasando en Colombia. La “finquita” está quedando en manos de Los Magníficos gracias a una gente que creyó y todavía cree que tener civiles armados es la solución a los problemas del país. En palabras claras: el paramilitarismo se le salió de las manos a quienes lo apoyaron. Es más, refuto totalmente un planteamiento que dice que en Colombia los actores del conflicto están perdiendo la guerra. Estamos de acuerdo en que las FARC fracasaron porque ni siquiera son reconocidos por el pueblo; el Estado pierde porque no logra legitimarse; pero ganan los paramilitares porque son reconocidos como una opción por algunos sectores. Ganan porque este Gobierno les regaló el estatus político y les ha permitido liberarse judicialmente sin desmontar el aparato armado, ni la propiedad de la tierra usurpada, ni la responsabilidad por sus masacres y ganan porque tienen la capacidad militar y económica, derivada del narcotráfico, para decidir las elecciones de este año. No hay duda, Los Magníficos están ganando la guerra y no es sólo su culpa ¿De quién será?