
El meme que se convirtió en estrategia de marketing y luego escribió su propia página en la historia del cine.
Por: Jordy Bejarano
Barbie y Oppenheimer, dos producciones que a priori no tienen nada en común más que su fecha de estreno, han acabado siendo las protagonistas de un fenómeno cinematográfico sin precedentes. La primera, una crítica ácida hacia la sociedad y el sistema. La segunda, una película biográfica sobre el Prometeo americano. Ambas, protagonistas absolutas del Barbenheimer.
La historia del Barbenheimer es curiosa, por decir lo menos. No me malinterpreten, no es curiosa por que sea la primera vez que dos producciones de alto vuelo cinematográfico se estrenan el mismo día. Este no es un suceso excepcional, de hecho, durante la década pasada era muy común.
Era una situación tan normal, que incluso los expertos en marketing llamaron a esta estrategia contraprogramación, es decir, estrenar tu película al mismo tiempo que otra producción para tratar de hacer presión, o en su defecto, llevarte a su público potencial hacia tu producto.
Seguramente las personas entendidas en cine y mercadeo debieron pensar que el estreno simultáneo de Barbie y Oppenheimer podría representar el regreso de la contraprogramación en la era postpandemia. Debido al divorcio nada silencioso de Christopher Nolan (director de Oppenheimer) y Warner Bros (casa productora de Barbie) tras un descuido sumamente irrespetuoso de la relación por parte del estudio, no era descabellado pensar en que Warner estuviese haciendo uso de la contraprogramación para perjudicar a Nolan.
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A pesar de ello, y sin tener la certeza de que Warner realmente quisiera atacar a la más reciente obra de su exdirector consentido, la historia no hablará de Barbie y Oppenheimer como competidoras, si no como películas hermanas, todo gracias a la viralización de un meme.
Durante las semanas previas al estreno de ambas cintas, comenzó a volverse popular un meme en el que los colores de ambas producciones se entremezclaban, junto al texto “una entrada para Barbie, una entrada para Oppenheimer”. Regularmente, este meme y sus diferentes variantes eran compartidas haciendo uso del hashtag #Barbenheimer.
Más temprano que tarde, el #Barbenheimer se convirtió en todo un fenómeno de internet, y lo que antes era una serie de memes, se convirtió en una campaña movilizada por la gente en redes sociales para promover la idea de ir a ver ambas películas el mismo día.
El fenómeno escaló una vez más cuando comenzó a formar parte de la estrategia de marketing de los cines, ya fuese voluntaria o involuntariamente. Se volvió regla ir a ver ambas cintas con ropa que combinase la colorimetría de ambas producciones, como camisetas rosas con el numeral escrito en negro o viceversa.
Tanto fue el alcance mediático del fenómeno #Barbenheimer, que los involucrados en ambos proyectos empezaron a promover la iniciativa. Margot Robbie y Greta Gerwig, protagonista y directora de Barbie respectivamente, se unieron al movimiento de forma activa, mientras que Cillian Murphy, la nueva cara del líder del proyecto Manhattan, también hizo lo propio yendo a ver ambas producciones.
¿El resultado? Dos éxitos rotundos. Tras su primer fin de semana, Barbenheimer alcanzó los 350 millones de dólares para Barbie y 180 millones de dólares para Oppenheimer. Después de solo cuatro días, ambas películas ya se habían consolidado como el mejor estreno en toda la filmografía de sus directores. Ese fin de semana también fue el cuarto mejor en la historia del cine a nivel mundial, y el mejor tras la reapertura de los teatros luego de la pandemia.
Al cierre de su segundo fin de semana, Barbie se acerca vertiginosamente a los 800 millones de dólares, mientras que Oppenheimer se encuentra ad portas de conseguir el medio billón. Las salas de cine se están llenando, motivadas por un movimiento que inició con un meme y que hoy ya es todo un fenómeno económico, social e incluso cultural.
Eso es lo que hace único al Barbenheimer, el haber convertido dos producciones que estaban destinadas a competir entre sí, en un fenómeno que ya ha escrito su página en la historia del cine en el panorama internacional.
Por supuesto, podríamos hablar de los aciertos y desaciertos de ambas cintas, como el hecho de que en Barbie encontremos al capitalismo criticándose a sí mismo para mantener el statu quo y haciendo más dinero a partir de ello, o el hecho de que Oppenheimer continúe perpetuando los estereotipos tradicionales de la mujer en la ciencia.
Esos son debates que debemos continuar alimentando, porque a fin de cuentas, son discursos que subyacen dentro de las tramas de estas obras. Pero, ese no es el propósito de esta columna. Mi objetivo es que entendamos no solo la importancia del Barbenheimer, si no que, como espectadores, celebremos que, por una vez en la historia, la identidad del fanático del cine se ha alejado de la del aficionado del fútbol, y se ha acercado más hacia la pasión por algo tan hermoso como el séptimo arte.
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