
Para aquella mujer que habita en nosotras.
Por: Mar Márquez
Para escribir esto tuve que conectarme con mi cuerpo, con el corazón abandonado, con ese órgano indecoroso que quedó encerrado en lo más incógnito de mi cuerpo; tuve que cerrar los ojos y empezar a sentir con el alma para conectar con esa figura difusa, fragmentada, inalienable y abyecta.
A esa luz y sombra que permanece en mi pasado, en mi presente y quién sabe si en mi futuro, le llamaré “la mujer sola”. Esta mujer llora lágrimas de perlas que crecen abismalmente en su jaula invisible. Esta mujer que, a simple vista, nunca llora y ríe de histeria, oculta la tristeza tras los barrotes de su jaula y siempre camina con la espalda jorobada, como si llevara un bloque de cemento sobre sí misma.
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“La mujer sola” siempre está feliz, o quizás solo alegre, o tal vez ni lo uno ni lo otro. La mujer caminante enjaulada olvidó la tristeza, ignoró los recuerdos malos que están enraizados al corazón y prefirió la ignorancia para que el mundo no la destruyera. Es una niña cuya alma nunca crece, que espera ser escuchada, sentir una mano amiga, una mano con la calidez de una madre; pero en el mundo los minutos, los segundos, las horas, corren sin parar, sin poder detenerse, sin observar al otro, sin reconocerlo. A veces decidimos negar que la ausencia del mundo nos transforma, nos cambia. No aceptamos cuan diferentes somos sumidos en la oscuridad.
Esa ausencia del otro se le pasó del pecho al alma a “la mujer sola”, como una amargura, como la mortecina nos envenena por dentro. La hizo alejarse más de todos y sentir el mundo así de aislado e indiferente a través de los barrotes… Sin saber que la llave estaba ahí escondida dentro de esas perlas que inundaban la jaula, sin saber que una pequeña niña la observaba a través de los barrotes esperando fervientemente que un día la mujer de la jaula saliera para ella poder abrazar cada una de sus perlas y decirle cuánto la había esperado, cuánto la había necesitado y cuan infeliz era con ayudarla a cargar el peso de su jaula; cuan culpable se sentía de no poder encontrar la llave.
Más allá de lo que les pueda seguir contando, la descripción de “la mujer sola” puede decir más de mí que de ella, y de lo que tanto me había afectado su ausencia… Si ella era una mujer sola, yo era una mujer fuerte.
Para esa mujer sola que a veces camina dentro de nosotras y decidimos ignorar hasta que estalla en nuestro interior.
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