

Para que no digan que me estoy abudineando el crédito, aclaro que no soy el primero en proponer que usemos el verbo “abudinear” para referirnos a un robo o una estafa. La iniciativa, acogida con entusiasmo en redes sociales de Colombia, consiste en adoptar el apellido de la MinTIC Karen Abudinen como símbolo visible de toda una organización criminal para defraudar al Estado por $70.000 millones.

En resumen, la cartera de Abudinen adjudicó un jugoso contrato a Centros Poblados, que no cumplía con los requisitos técnicos ni documentales, y le giró el millonario anticipo sin los soportes mínimos. Cuando fue evidente que el contratista no iba a poder cumplir, el Viceministerio de Conectividad trató de ejecutar las pólizas de cumplimiento y resultó que eran falsas. Al final, el dinero acabó en empresas de personas cercanas al Grupo Char de Barranquilla.
Tras el escándalo destapado por un equipo de W Radio liderado por Paola Herrera, la Ministra Abudinen echó a funcionarios del Viceministerio de Conectividad que trataron de hacer seguimiento al proyecto pero, sospechosamente, no a los que son directamente responsables de detectar y prevenir las irregularidades antes de su ejecución. El área de Contratación, que depende de la Secretaría General del Ministerio, fue “la que hizo la licitación, la que permitió jurídicamente que Centros Poblados llegara hasta el final, que ganara, la que antes y después le revisó los documentos (garantías)”, según denunció Paola Herrera.
Sin embargo, ningún funcionario ha salido de esa dependencia liderada por Adriana Meza Consuegra. Ella ha sido la mano derecha de la Ministra en todos sus cargos públicos desde la Alcaldía de Barranquilla, siempre representando al Grupo Char. Si la responsabilidad de Abudinen y su mano derecha parece tan clara, ¿por qué parece que no va a pasarles nada?
Crónica de una impunidad anunciada
Primero, está el hecho de que Abudinen sea madrina de uno de los nietos de Uribe. Esto en sí mismo no es reprochable, pero sí es una muestra de lo bien conectada que está. Por eso cuando el Congreso citó a la Ministra para juzgar si la sacaban del cargo, se la veía confiada de que los políticos de partidos cercanos al gobierno no van a votar a favor de su destitución.
Segundo, se debe a la forma como se organizan los ministerios. Para empezar, los requisitos para ser viceministro incluyen “Título profesional en una disciplina académica o profesión. Título de postgrado en cualquier modalidad. Experiencia profesional relacionada”. La razón es que los viceministros y directores deben tener competencia técnica para tomar decisiones. Uno pensaría entonces que para ser ministro los requisitos son más exigentes que los del viceministro, pero es justamente lo contrario.
Para ser ministro, como Abudinen, basta con “Ser ciudadano en ejercicio. Tener más de veinticinco (25) años de edad”. Lo definieron así para que el presidente pueda poner en cabeza de cada cartera al político que le manden de partidos y grupos políticos (como los Char) para garantizar su apoyo al gobierno. La función del ministro es gestionar los proyectos del Gobierno, pero la historia sugiere que también incluye velar para que las empresas aliadas de su grupo político se vean beneficiadas, tanto como sea posible, de los contratos de su respectivo ministerio. Esta costumbre, conocida como clientelismo, es tan vieja como los antiguos romanos de quienes heredamos el gobierno representativo.
Esto significa que, aunque no es improbable que llegue a la cartera un ministro incompetente, en el caso de la MinTIC da más la impresión de que la pusieron allí a que direccionara toda la contratación para que saliera como salió. Solo de esta manera se entiende que tantas instancias se saltaran todos los controles puestos precisamente para frenar a uno o dos funcionarios corruptos, pero que son insuficientes contra toda un área por fuera del control de los viceministros pero bajo el mando directo de la misma ministra y su mano derecha.
El precedente de Fanny Lorena
Entonces, si todo parece dispuesto para que el Grupo Char y su ministra se abudinen la plata con total impunidad, ¿hay algo que podamos hacer? Yo creo que sí. Nos queda la presión social. Si al menos normalizamos que “abudinen” se convierta en sinónimo de “roben” y “estafen”, a la Ministra no se le va a olvidar que se tiró el apellido del papá por su incompetencia, en el mejor de los casos, o por sus actos de corrupción, que parece lo más probable.
Además, no es la primera vez que el nombre de alguien se convierte en verbo en el imaginario popular. En octubre de 2009, poco después de que en la edición 45 de El Clavo registramos la adopción de una “nueva” red social llamada Twitter, los usuarios de la época popularizaron el término “fannylorenear”. Se usa cuando alguien se desaparece, no porque esté enfermo o en problemas, sino porque estaba de paseo.





Se originó por la historia de Fanny Lorena Pérez, una jóven que fue reportada en Bogotá como desaparecida durante tres días. Su familia y la Policía la buscaron temiendo un secuestro o un “paseo millonario”, pero cuando ella apareció reportando no recordar lo que le pasó, las autoridades sospecharon que todo fue un montaje para tapar un paseo a Villavicencio.
En conclusión, como sociedad nos queda el recurso de la sátira para que las generaciones futuras no se dejen abudinear por los mismos de siempre. Sólo pido que para el verbo “abudinear” la conjugación para la tercera persona del plural del subjuntivo presente simple no sea “abudineen” sino “abudinen”. Así no quedará duda de que viene del apellido de la Ministra y al menos le dé pena cuando la entrevisten para algún cargo.