El turismo espacial existe desde que Space Adventures y Roscosmos (la agencia espacial rusa) llevó a siete turistas a la Estación Espacial Internacional entre 2001 y 2009, por la módica suma de US$25 millones por persona. Pero ningún civil había vuelto al espacio desde entonces, hasta que el pasado mes de julio los multimillonarios Richard Branson y Jeff Bezos lo hicieron a bordo de naves operadas por sus propias empresas. ¿Significa esto que podremos ir al espacio de turismo como quien va a los parques de Disney?

El avión espacial de Virgin Galactic
El pasado 11 de julio de 2021 Sir Richard Branson logró el sueño de muchos de llegar al espacio en un vuelo comercial. La nave VSS Unity de Virgin Galactic, una de las empresas de Branson, lo llevó junto a otros tres turistas a disfrutar por cuatro minutos lo que antes era el privilegio de los astronautas: flotar en gravedad “cero” mientras veían nuestro planeta desde el espacio.

¿Qué hace especial a Virgin frente a Space Adventures? Primero, Virgin Galactic es la primera compañía privada en disponer de su propio puerto espacial, Spaceport America. Segundo, cobra menos inalcanzables US$250.000 por asiento. Tercero, cuenta con su propio sistema para llegar al espacio sin depender de agencias gubernamentales como NASA o Roscosmos.

El sistema consiste en un avión espacial suborbital de clase SpaceShipTwo (VSS Unity), que es cargado hasta una altura de 15Km por otro avión (White Knight Two). Allí se separan, la Unity sube a 85Km de altitud, donde el cielo se ve negro, se ven las estrellas y la curvatura de la Tierra. ¿Entonces se puede decir que ya está en el espacio exterior? Depende.

En la columna anterior hablamos del Límite Jurisdiccional de Kármán, según el cual por encima de 83,8Km termina la jurisdicción de las aeronaves y empieza la de las naves espaciales. Según este límite, la nave de Virgin pasó raspando, pero por sus características aeronáuticas no tiene cómo llegar más arriba.

EL COHETE FÁLICO DE BLUE ORIGIN:
Por su parte el también multimillonario Jeff Bezos, fundador de Amazon y Blue Origin, se unió al club de turistas espaciales en una movida cuidadosamente mercadeada. Voló el 20 de julio, en el 52 aniversario del alunizaje del Apolo 11, en un cohete llamado New Shepard en honor a Alan Shepard, el primer astronauta de NASA. Lo acompañaron su hermano Mark Bezos, el estudiante Oliver Daemen de 18 años (la persona más joven en ir al espacio) y la legendaria piloto Wally Funk de 82 años (la más vieja en salir del planeta).

El enfoque de Blue Origin es diferente del de Virgin Galactic. Su sistema (cuya forma le ha ganado a Bezos comparaciones con el villano de Austin Powers) está compuesto por la cápsula donde viajaron los turistas y el cohete New Shepard. El cohete llegó a 107Km, 7Km por encima de la Línea de Kármán, reconocida como la frontera del espacio exterior, aunque no tiene capacidad para llegar más arriba. Allá la cápsula se separa y se queda suspendida mientras sus tripulantes disfrutan de la vista y la sensación de ingravidez. Unos minutos más tarde, el cohete regresa a su base, mientras la cápsula vuelve al desierto de Texas cayendo en paracaídas.

EL FUTURO DEL TURISMO ESPACIAL:
Los viajes de Branson y Bezos generaron reacciones encontradas. Para unos, no son más que caprichos de multimillonarios, que con lo que costaron pudieron haber aliviado la desesperada situación de miles de refugiados, por ejemplo. Después de todo, aunque no es despreciable el mercado de millonarios con los medios y el deseo de pasar unos pocos minutos en el espacio (la oferta de Blue Origin y Virgin Galactic), no pasa de unos pocos miles de turistas. Y dados los elevados costos, no se ve como un gran negocio sostenible en el tiempo.   

Para otros, estos viajes de Branson y Bezos constituyen el primer paso hacia una industria privada que se desarrollará hasta permitir que el espacio y los planetas del sistema solar sean accesibles para científicos, mineros, colonos y fabricantes, no solo millonarios. Después de todo, así fue como empezaron los trenes, los buques transatlánticos y los aviones comerciales: con unos pocos millonarios que pagan los primeros viajes. Con el tiempo, crece el ecosistema de proveedores, materiales y servicios que por economía de escala hacen accesible la tecnología para otros públicos y otros usos distintos al turismo.

Por otra parte, ir al espacio no es solo cuestión de dinero. En la década de 1960 ni siquiera el hombre más rico del mundo (seguramente algún Rockefeller) hubiera podido montar su propio cohete con juegos de azar y mujerzuelas. Por lo tanto, me parece alentador que ya sean varias las empresas con capacidad técnica de llevar turistas al espacio en vuelos comerciales. Y eso que no hemos considerado a SpaceX, que ya tiene programados vuelos para llevar turistas por varios días mucho más arriba (400Km), a la Estación Espacial Internacional.

En conclusión, el turismo espacial puede parecer algo frívolo, pero su potencial de acelerar la industria espacial para beneficio de todos vale el esfuerzo. Además, si ir a Disney y al espacio costaran lo mismo, cumplir el sueño de ver nuestro planeta desde afuera bien vale sacrificar una foto con Mickey Mouse.