Imagina que eres un hombre de 40 años, uno de los más de cien millones de habitantes de Japón y vives en la ciudad de Kobunji con tu esposa e hijo. 

Estudiaste Física.  Después de graduarte, para complementar tu formación previa, decidiste hacer un postgrado en terremotos.

Luego, como muchos, no te sentiste a gusto con ninguno de los trabajos que conseguías. En uno de los últimos, una editorial en la que editabas material didáctico, tuviste una epifanía: Siempre te habían criticado que no colaborabas con nada en las reuniones y encuentros con amigos y familiares, así que concluiste que no eras bueno para desempeñar una función específica, en otras palabras, que eras un “bueno para nada”.

Te encontrabas ante una encrucijada, pues vives en tiempos en los que se elogian la productividad, eficiencia y progreso, mientras el ocio y la pereza están mal vistos.

Pero como habías oído hasta el cansancio que debías reinventarte, comenzaste a ofrecer un nuevo servicio que, precisamente, consiste en hacer nada.  Al principio lo hiciste de forma gratuita, pero cuando te diste cuenta de que había demanda, profesionalizaste tu oferta:

“Te prestaré una persona (yo) que no hace nada, por 10.000 yenes y otros gastos como comida, bebida y transporte si corresponde. Utiliza mensaje directo para realizar consultas. No hago nada más que comer, beber y dar respuestas muy simples”.

El gancho promocional te funciona y con cada cliente afinas tu servicio.  Ahora, cuando te contactan, dejas claro que no haces nada diferente a comer, tomar alcohol de forma moderada y dar respuestas sencillas.

Eres Shoji Morimoto y desde 2018 decidiste ofrecer tus servicios para hacer nada: Tareas tan sencillas como acompañar a alguien al supermercado, a dar una caminata, ir a almorzar, guardar el puesto en una fila o posar para fotos, son las peticiones más comunes que te hacen. En una ocasión te contrataron para que fueras a la estación de tren a despedir a alguien que se iba de la ciudad; en otra acompañaste a un demandante de divorcio, y hasta has llegado a escuchar confesiones de asesinato. Nada te perturba, pues tu profesión es ser un mero espectador que acompaña a las personas haciendo nada.

Muchos critican lo que haces, quizá sientan envidia, pero eso no te preocupa en tu carrera por hacer nada, pues estás conforme con el trabajo que has encontrado, y por más simple que parezca, sabes que prestas un buen servicio.

En una entrevista que te hicieron dijiste que eres libre de aquellos aspectos aburridores que acompañan a las relaciones, pero ayudas a aliviar la sensación de soledad de las personas.         

Has sido contratado más de 3.000 veces desde que lanzaste tu negocio, y muchos de tus clientes afirman experimentar un cambio positivo en sus vidas luego de alquilarte; dicen que sienten muy liberador el poder hablar con alguien, sobre temas que no son capaces de contarle a otras personas.