Por: Alejandro Gil Torres.

“La impaciencia poco a poco se va apoderando de mis manos y pensamientos. No sé cómo controlar los impulsos que me invaden cada vez que no veo ninguna respuesta, o incluso, cuando aprecio con asombro el desesperante ‘visto’. Aún no comprendo por qué no desea responder a mis incesantes mensajes. No quiero parecer un hombre tóxico o intenso, pero no aguanto más esta incertidumbre” Lo anterior es un reflejo de algunos pensamientos recurrentes de una persona con lo que he denominado ‘Ansiedad Virtual’.

La pandemia del Covid-19 nos hizo cambiar a todo el mundo la forma con la cual interactuamos con nuestro núcleo social. Por lo tanto, en medio de esta contingencia, el frecuente uso de plataformas digitales y recursos tecnológicos se han convertido en una palanca directa a la comunicación inmediata, incluso, al alcance de la gran mayoría en el país, sin dejar de lado, a las diferentes poblaciones sin conexión a internet debido a la actual desigualdad social que prevalece en el territorio nacional.

En esta panorámica en la que me veo envuelto y considero que también varias personas, aparece una situación demasiado particular: la comunicación virtual, recurso indispensable al que acudimos todos para interactuar en medio de la distancia. No obstante, quiero ser enfático en la realidad de convertirse en una persona con ‘Ansiedad Virtual’; su característica principal, es la impaciencia por recibir algún mensaje en redes sociales, el esperar o el tiempo son palabras que desconoce este individuo. Además, su reiterada insistencia para conocer las razones por las cuales no ha recibido ninguna respuesta, se va convirtiendo poco a poco en un desgaste mental que afecta su rutina diaria y la presencia de emociones negativas e innecesarias son ‘el pan de cada día’.

Yo soy consciente de esta clase de comportamientos y a la vez decisiones, porque también me he considerado una persona con ‘Ansiedad Virtual’ y la denominación de intenso o tóxico fueron ‘música para mis oídos’ por la necesidad de recibir ese mensaje que con tantas ansias esperaba. Sin embargo, es importante ser claro en la diferencia entre ser intenso e insistente. Primero, una persona que usualmente está comunicándose con su interlocutor a través de cualquier red social, por lógica, espera una respuesta de regreso. Es allí donde deseo resaltar la intención del insistente: conocer el mensaje de la persona con la que estaba hablando, es por eso que requiere volver a insistir para descubir lo que necesita saber. Segundo, una persona intensa, es la que usualmente reconocen como el tóxico, esta clase de comportamientos van muy alineados con otra carecterística de la ‘Ansiedad Virtual’ porque su capacidad de control está desbordada, su deseo de conocer el mensaje de su receptor sobresa todos los límites. Esto se debe a los propios impulsos para poder calmar su frecuente ansiedad, es como una clase de tratamiento al cual este individuo acude para remediar esta situación.

El presente te deja muchas enseñanzas, entre esas, la paciencia, una virtud que pocos conservan y otros anhelan implementarla. Controlar la mente de las personas y su propio tiempo, es algo netamente imposible. Creo que se debería comprender de una vez para evitar esta clase de situaciones incómodas para unos o usuales para otros. El drama y los impulsos derivados de la ansiedad son asuntos totalmente innecesarios y que requieren de una intensa autocrítica, para terminar con la incesante búsqueda de respuestas en el exterior y centrarte en las más esenciales, en las tuyas.