Por: Daniel Felipe Otálvaro Ramírez.

Los memes se han democratizado y contribuido a la definición de realidades triviales, aunque otros contienen un significante con repercusión social sustancial. Resulta fácil postearlos o compartirlos, están presente en todas las redes sociales, hacen parte de campañas publicitarias, ONG´S, empresas del sector privado y público, tanto es así, que hasta organizaciones políticas han aludido a los memes para persuadir a la sociedad con el objetivo de generalizar una ideología.

El humor con fines o soportado en lo político, rasga la trazabilidad de respeto al poder. Un comportamiento sumamente peligroso en sistemas imperiales, dictatoriales y tiránicos, en el que los oprimidos no cuentan con participación social, añadiendo los señalamientos de desertores y sediciosos. Contrario a lo que se pretende una democracia.

La caricaturización de la realidad política es una práctica antigua, de la que incluso el emperador romano Tiberio Claudio Nerón “Cicerón” no pudo eludir es sus años de soldado, era llamado de forma socarrona “Biberio Caldio Nerum” insinuando su condición de bebedor y gusto por el vino caliente. Así que nadie por poderoso que sea ha estado ajeno a las burlas y peyorativos que den cuenta de su identidad.

Los memes, son la representación poética de la putrefacción, una analogía al mundo visto por Baudelaire (perdonen el atrevimiento) puesto que surgen a raíz de propuestas tributarias en medio de una pandemia, de sistemas de salud que incumple el salario de sus trabajadores, de una educación básica y media virtual que no da garantías de calidad en el aprendizaje, de un mundo cada día más plástico y selvas más llanas. Convertir la desgracia mutua en algo cómico.

La cultura participativa se animada con las reacciones e interacciones que se construyen en la virtualidad, puesto que los memes también son adaptables al contexto de su difusión, en términos pandémicos, serían mutaciones, elevando los porcentajes de interpretación con el fin de alcanzar la cúspide de lo viral.

En los memes políticos la sátira de su simbolismo se nutre de errores de pronunciación y conjugación de verbos, decisiones impopulares, Instituciones con poca eficiencia o personajillos con dudoso talante (excusas por los eufemismos). Ahora que estas imágenes y videos se han convertido en un portavoz de críticas a la administración del Estado, en el Congreso de Colombia se radicó una iniciativa que pretendía la judicialización de caricaturistas, creadores de memes y humoristas, pues castigaba con penas de hasta 9 años de cárcel a quienes, crearan imágenes o videos que simularan el rostro de una persona sin su consentimiento, proyecto que pasó a ser un óbito fetal.

Lo que sí queda claro es que las bromas o reírse de los que poseen poder no siempre es bien recibido por destinatario, para eso volvamos a la Roma del 192 D.C, su emperador Cómodo actuaba en la arena del coliseo y en el momento que era el centro de las bromas, le corto la cabeza a un avestruz, se dirigió a quienes se burlaban en tribuna indicándoles que podían terminar como aquella ave, en respuesta los asistentes disimularon sus risas masticando hojas de laurel.

Por lo pronto, lo memes políticos seguirán siendo los agitadores sociales en el sentido democrático, infundiendo percepciones de la administración pública y acceso a la institucionalidad, constituyendo el deber cívico de un estado de opinión libre, de lo contrario, sería como degollar el Estado social de derecho del que hacemos parte.