Por: Daniel Felipe Otálvaro Ramírez.

A Maradona, Argentina le debe una copa mundial, Napoli el posicionamiento del sur contra la opulencia del norte italiano y la FIFA una desolada imagen atestiguada por los griegos. Fue el final de un dios de barrio y no de barro, Tánatos entró a la cancha y se llevó de la mano al pelusa, al Diego Armando de jugadas, goles y también autor de la frase: “La pelota no se mancha”

El fútbol es un juego, simple como cuatro piedras y una pelota. De calles descalzas o de mayestáticos escenarios, también servil a intereses y condenado al sentimentalismo de quienes lo seguimos. Deporte atrapado en un sistema de entidades que lo hacen propiedad privada y lo cotizan como agua en Wall Street.

México palpó la ambición del zurdo capitán celeste, lo vio brillar como sol Azteca en la mitad del campo y no de la bandera argentina; 1986 fue su año y el mundial del pueblo. La historia lo envolvió y lo pegó como figurita de álbum a la del fútbol. Pensar que toda esta proeza se pudo escribir en las canchas de Colombia.

Por lo tanto, existen las voces que proliferan el mundial que no se hizo, tardó más la búsqueda de la designación de la sede que la renuncia a la misma, el gobierno de turno le dio la espalda a la FIFA por irse a planear la construcción de escuelas y carreteras, lo paradójico es que un año antes del certamen, los colombianos vieron un partido de fútbol mientras los militares retomaban el palacio de Justicia. Mundial no, futbol sí.

Para Argentina existen dos copas del mundo, como ya lo dije anteriormente; la ganada por el pueblo y la del 78, ganada por los militares. Lo ha dicho ex el defensa central Daniel Pasarella: “no fuese lo mismo ganar en la cancha y recibir el trofeo a manos él”. Él es un pronombre en referencia al también innombrable Jorge Rafael Videla (1925-2013).  

Mientras Kempes marcaba goles se ejecutaban torturas de manera monumental, es un hecho innegable, en el verano del 78 se contaron los goles en los periódicos y los muertos en informes militares, la represión estatal no cesó. Una vez más el fútbol sirvió para opacar lo sustancial en un círculo social.

Colombia se encuentra a contadas semanas de recibir la Copa América, un certamen que excluye a los países del Centro, Norte y Caribe del continente, es decir la copa Suramérica. Los hechos recientes a las afueras del Romelio Martínez en Barranquilla son contundentes para repensar y cambiar la sede; la Conmebol lo ha hecho, el ejemplo reciente fue la final de Copa entre River Plate y Flamengo en el 2019, presupuestada para jugarse en Santiago y por motivos semejantes trasladada al Perú.

En Colombia no se quiere saber de fútbol, el torneo local sobrevive escasamente y la Copa Libertadores se juega en las calles, porque bien pensado el nombre en honor a próceres que hoy quisieran ver caer las estatuas de los invasores. Las garantías para jugar no están dadas, la sociedad es totalmente distinta a la de hace 43 años, la censura no es el camino para ocultar abusos de autoridad, ni crímenes de Estado.

Lo de Videla fue un gol a los 105 minutos del tiempo extra, logró mostrar una imagen para ocultar lo macabro que fue su paso por la Casa Rosada. Todo premeditado y calculado, como la dirección técnica de Cesar Luis Menotti, un abierto opositor a la dictadura dando la sensación de inclusión, aunque él lo sabía.

Se renuncia a la copa de los dirigentes, esta no es la copa del pueblo. No se gana en la cancha, pero se gana sociedad, es el mensaje que estos organizadores no quieres entender para llevarse su torneo para otro país. A los seguidores un mensaje: no es de preocuparse; el fútbol seguirá siendo fútbol y Maradona tenía razón, tras el final del partido contra Países Bajos de ese Mundial 78, tres argentinos se dieron el “abrazo del alma” la imagen que representa “La pelota no se mancha” y la historia del fútbol al igual que política comienza en las calles.

Semifinal: No más bloqueos en las vías. Es momento de transformar la protesta en movimientos asambleístas.

Final: Por la constituyente de una vez les digo que votaré NO. Es mejor luchar para hacer cumplir la que tenemos.