Por: Alejandro Gil Torres.

A dos meses de la desaparición de la menor Sara Sofía Galván, aún quedan varias incógnitas que la propia Fiscalía no ha podido determinar. Las versiones de su madre y expareja sentimental conservan un alto grado de inconsistencias, impidiendo que el caso se esclarezca.

En esta columna quiero abordar dos tópicos que son relevantes en este hecho que mantiene a los medios de comunicación y entes reguladores con la lupa en el papel: ¿dónde está Sara Sofía? Y el maltrato intrafamiliar al que presuntamente fue sometida previo a su desaparición. Ambos reflejan la crisis que afronta al país en cuanto a medidas efectivas y contundentes contra los derechos humanos y la violencia en una institución, como es la familia.

De acuerdo con las versiones entregadas por Carolina Galván y Nilson Díaz, la pequeña fue encontrada muerta tras haber comido, y luego lanzada al río Tunjuelito en Bogotá. La otra explicación, fue que Sara Sofía había sido vendida. A lo largo de este caso, las declaraciones de la madre y el padrastro comienzan a convertirse en un laberinto sin salidas para conocer el paradero de una de niña que solo conmueve con el contenido audiovisual o publicitario que se difunde en los medios para conocer su ubicación.

Aparte de la angustia de este caso que estremece al país, no se puede ocultar la situación en la que vivía Sara Sofía. Según lo argumentado en una audiencia ante la Fiscalía por un menor de edad que vivía con Nilson Díaz, señaló que Sara Sofía era golpeada por su madre con correas mojadas. Además, desde el año pasado en el jardín infantil donde cuidaban a la niña, manifestaron que se encontraba descuidada y mal alimentada.

Según cifras del Instituto de Medicina Legal, en el 2020, de los 4.680 desaparecidos registrados en el país, 1.579 fueron menores de edad. De estos 1.579 menores desaparecidos, 811 aparecieron vivos y 10 muertos. Es decir, de 758 no se conoce aún su paradero. En cuanto a rango de edad, los jóvenes entre 15 y 17 años desafortunadamente son los que más se registran como desaparecidos. Para el 2020 se tenían 55 investigaciones de desaparecidos.

Realmente es inhumano e injusto para un individuo con tan poco tiempo de vida, la situación por la que tiene que atravesar. Los hijos no piden venir al mundo, la responsabilidad es directa de sus progenitores, lástima que esta última cualidad no la apliquen algunos padres en Colombia. De acuerdo con cifras de la Policía Nacional publicadas en un informe de el periódico El Tiempo, durante las primeras semanas de cuarentena del 2020 se registraron 838 casos de violencia intrafamiliar contra menores de edad y 1.125 casos de algún tipo de acoso o abuso. Precisamente en 2017, en el último informe la organización Save The Children ubicó a Colombia en el lugar 118 de la clasificación de índice de peligro para niños y como el cuarto país en Latinoamérica con la tasa de homicidios más alta de niños y niñas.

¿Hasta cuándo la desaparición de un niño, joven o adulto en Colombia dejará de ser solo una cifra, para pasar a ser una ejecución contundente por parte de los entes judiciales? Nuestro país atraviesa muchas crisis, tales como la de inseguridad, la política, lo económico, la intolerancia, el civismo, etc. Pero hay una crisis, que pesa mucho más que las demás: la salud mental. Aspiro que el ICBF, la Fiscalía, el presidente y su gabinete puedan lograr esclarecer este caso que tiene atento al territorio nacional y que este hecho, el de la pequeña Sara Sofía, sea el espejo para los actuales y futuros padres, para que reflexionen sobre las conductas que ejercen hacia sus hijos.