Por: John Alex Lopez

El 8 de agosto del 2012, Cali se estremeció por el fallecimiento de uno de sus hijos adoptivos y representante del pacifico. La muerte de Jairo Varela fue un golpe imprevisto para sus familiares y colegas con quienes pasaron las duras y las maduras, y fueron testigos de la consagración de un sueño que hoy por hoy es toda una institución musical: El Grupo Niche

Y como a la mayoría de las bandas y orquestas que son presas de la incertidumbre de su futuro tras la ausencia terrenal de su director, la orquesta pudo seguir adelante gracias a la voluntad de los hijos de Varela que decidieron hacer extensivo el legado de su padre, logrando terminar en el 2013 el álbum “Tocando el cielo con las manos” que se convertiría en la producción póstuma de la orquesta; él último álbum con la letra y la impronta física del maestro. Luego, en el 2015 sale a la luz el disco “35 Aniversario”, con nuevo respiro musical de la mano de José Aguirre, reviviendo con novedosos arreglos algunas canciones del Niche de ayer. Un disco que impactó internacionalmente y con el que llegaron a ser nominados en el 2016 a los Grammy latino, abriendo la antesala para su nueva consolidación.

Álbum 40

El álbum 40 representó un gran reto tanto para José como en la confianza que depositó Yanila y el resto de sus hermanos en su talante, ya que sería el primer álbum sin las letras del maestro, un espacio que arriesgadamente ocupó con su propia pluma. Si nos remitimos a composiciones para artistas como Javier Vásquez y para su propio proyecto “Calle maestra”, la prosa de Aguirre es modesta, con matices poéticos y que ha fortalecido mediante la lectura, una rutina que practica casi a diario como sus ensayos de trompeta, y que discretamente ha plasmado en la nueva producción de Niche, manteniendo el equilibrio y el legado del concepto sonoro de Varela. Y si nos vamos a sonoridades es inevitable encontrar directa e implícitamente referencias musicales a la época noventera de la orquesta donde Aguirre fue uno de sus protagonistas y actores.

Remembranzas del presente

En el brass de la canción “Soltero” nos remonta al tema “Lo zapato y lo tonto” (1991), en “Happy Viche” se hace evidente la presencia del folclor pacifico con la marimba de Hugo Candelario, las voces de fondo nos transmiten el eco de “Cali ají” (1990) y el golpe rítmico del mambo “Verdades que saben” (1995). El cierre del tema “Cosas bonitas” nos evoca también al de uno de los temas más solemnes de Varela “Un alto en el camino” (1993)

Hay otros temas que no pueden quedarse por fuera del tintero. “Vivencias” y “Cuarenta ruedas” son temas que se escuchan sobre un ocaso y en la cumbre de decepciones y satisfacciones vividas. “Búscame” y “algo que se quede” marcan la pauta íntima y romántica del álbum. “Canciones viejas” nos transmite la herencia de nuestros padres y abuelos. Por último, “Mis panas” es sin duda un tema desgarrador, una guajira narrada al borde los abismos y desapariciones de aquellos con los que recorrimos la niñez.

Ese conjunto de nueve canciones que conforman el álbum 40, grabado en Miami, Cali y en máquinas de cinta análoga en Puerto Rico, fue una combinación que se abrió paso entre varios oídos y gustos para que en noviembre del año pasado pudieran ganar lo que siempre fue esquivo y merecido: su primer Grammy Latino como mejor álbum de salsa, y rematando en marzo de este año con el Grammy Anglo. Un doble merito que enaltece los logros de la salsa nacional y despertó el asombro de una ciudad como Cali que en años anteriores acogió fervientemente a la orquesta y al “Cali Pachanguero” como su segundo himno, pero que gran parte de su público todavía desconoce las canciones de este álbum y del que las emisoras de la ciudad hicieron poco eco.

Sin duda el álbum 40 marcará un antes y después en la carrera de niche, un álbum reflexivo, maduro y que mantiene el sonido dinámico, fresco y vigente de su época dorada y que sigue retumbando hasta nuestros días.