

Hace unos días estuve en el barrio donde nací y pasé mi infancia, El Troncal de la comuna 8 de Cali, después de un par de años sin pasar por ahí.
La vida me ha puesto en otras partes y, por un par de años, estuve alejado de sus calles estrechas, casas inconfundibles, la escuelita minada de árboles de mamoncillo donde pasé la mayoría de mis estudios de la primaria y de personas memorables, para la cotidianidad propia del barrio, merodeando por sus andenes.
El Troncal es tradicional y popular. Tal vez no es tradicional al estilo de San Antonio, o al nivel de El Peñón o el propio San Fernando, protagonista del crecimiento inusitado de la ciudad en la década de los 70. Tampoco, tan popular como lo son el barrio Obrero, San Luis, Mariano Ramos o El Jardín.
Pero en medio de su anonimato local, el realismo mágico que arrastran las anécdotas de quienes la han habitado, hacen de El Troncal más que un rectángulo con casas familiares y grandes bodegas industriales, una meca de la caleñidad; para bien o para mal.
Las calles y carreras entre la 34 y la 48; y la Octava y la 11D, las atravesó incontables veces mi bisabuelo José del Carmen durante sus últimas décadas, cuando iba a comercializar sus recortes de tela, en épocas donde a los caleños les gustaba hacerse, o mandarse a hacer, sus propias pintas. Podría afirmar que fue un líder social y comunitario en sus años más activos; que, sin tanta diferencia al panorama actual, tuvo que salir volado de varios sitios donde vivía, amedrentado por las amenazas que le pesaban por ser partidario rojo.
Los Manyoma, reconocidos por su sonido salsero que tiene marca propia, caminaron y algunos hoy aún recorren las alamedas de cemento y asfalto que se han roto con el tiempo. Wilson, que le dio el sabor con su voz a ‘El Preso’; Hermes, quien, además de dedicarle ‘Terruño Caleño’ a su barrio, es un líder inigualable, que ha promovido la autenticidad y el talento de la juventud desde la música y el deporte.
Hoy, su hijo Jhon Alexander, quien fue mi compañero de clases en el bachillerato y de entrenos de fútbol en Pilosos Fútbol Club, hace parte de Manyoma Brothers, un grupo musical que le apuesta a perpetuar la dinastía musical que han construido a través de los años sus antecesores.
Por los océanos tormentosos de la política colombiana, y su desalentado conflicto, también se han movido varios vecinos de El Troncal. Uno de ellos, Jorge Torres Victoria, conocido en los titulares noticiosos de la nación como ‘Pablo Catatumbo’; jugaba entre las calles polvorientas junto con la muchachada del entonces. Luego, sus ideales lo llevaron a ser uno de los líderes de la guerrilla más antigua de Latinoamérica.
Hoy, representante político con silla en el Congreso de la República, por el partido resultante de la extinción de las Farc tras el acuerdo de paz firmado en 2016.
Otra persona de liderazgo político del sector y que fue concejala de Cali por algunos periodos es Patricia Molina, quien hace un par de años se vio implicada en un caso de presunta violencia económica contra uno de sus empleados del equipo que lideraba en el Concejo.
Acepto que, pese a nuestra poca cercanía, siempre le he tenido aprecio a Patricia Molina, la vecina, porque en mi niñez se prestó algunas veces para cuidarme en su casa, además de hacerme parte de varios procesos de pedagogía junto con otros pelados y peladas del barrio; pero desconocía grandes rasgos de Molina, la política.
Indudablemente, me tomó por sorpresa las acusaciones contra ella; situación que puso en entredicho su carrera pública.
Pese a estas anécdotas de rasgos grises, también me es fácil resaltar que la perseverancia de los vecinos del barrio para alcanzar mejores niveles de bienestar, no solamente individual, sino comunitario, es una característica que abanderan muchos. Orlando Rincón, no es necesariamente aguja en un pajar, pero sí es hebra de un tejido. Creador de ParqueSoft, y potente líder del emprendimiento en el suroccidente colombiano.
Obtuvo mucho dinero con su primera empresa, OpenSystem; pero tenía que crear un espacio para que muchos más crecieran entrecruzados. ParqueSoft es la empresa que permite que los sueños tecnológicos de miles de colombianos tengan una puerta abierta al éxito.
Cuando Jhon Alexander Manyoma, Julio Loboa, Stacey, Brainer Hinestroza, Jean Paul Cardozo, Juan David Lemos, José Valencia, montones de muchachos más y yo, le dábamos a la pelota en el Parque de la Caña los miércoles y viernes, defendimos por años en los torneos de gorriones y juveniles el nombre de un equipo inspirado en el apodo que llevaba para arriba y para abajo Orlando Rincón: ‘El Piloso’, quien patrocinó la idea de enseñarle a jugar fútbol a los caleñitos de El Troncal en Pilosos Fútbol Club.
Reconocible buena intención, que dio frutos en las agradables personas que son todos hoy.
Imperdonable sería que yo repasara las memorias de El Troncal sin mencionar las jugarretas de ajedrez que se armaban en la esquina de los chances, en la 11B con 38; desde el pedazo de tarde que más añoran los caleños, cuando las montañas soplan y refrescan, hasta que la noche apurara. Del juego era participante de siempre don Nicolás, quien nos alquiló un apartamento en su casa, a dos cuadras de allí, por casi una década.
Tan plausibles sus rostros como lo son algunos de sus olores. La resolana a mazamorra que se cocina y se bate desde tempranas horas, diariamente, en un pequeño rancho esquinero de la carrera 11D con calle 36, se combinaba con lo que se escapaba del horno donde cocinaban pandebonos por montones.
Tantas son las historias, los cuentos del día a día y los recuerdos, que se vuelve imposible plasmar todo lo que El Troncal tiene por narrar en una simple columna de opinión. Se me quedan muchos nombres, sitios y recitales en deuda.
Ese barrio que nació, como infinidades en nuestra Sultana, siendo una invasión de campesinos, llegados a la urbe en búsqueda de oportunidades para la supervivencia a mediados del siglo pasado, ahora es un territorio que ha marcado el camino de varias personas; tanto a protagonistas o no de este relato.
Quizás, las escenas que deja El Troncal de esquina a esquina, por momentos, pueden parecer una pausa en el tiempo; sin embargo, detrás de las paredes, entre los árboles que se alzan en honor al nombre del barrio y sobre las calles rotas que mal engalanan al sector, hay conciencias de miles de personas que pujan y ruegan por mejores días y mejores noches.
Y, no hay que mentir, en ese barrio que me incrementa los latidos, también se han plasmado sucesos de horror, con la violencia atravesada y el ingenio del mal quehacer; pero refrendar lo positivo entre estas letras es un pequeño soplo al impulso de una comunidad que quiere vivir mejor.
Dedicado a mis tías Yolanda y Amalfi.