Por: John Alex Lopez

Recuerdo un jueves bajar por las escaleras de un secreto puliéndose en cada nota, de paredes con fotos y afiches de aire setentero. La novedad mayor estaba en la tarima, montada de instrumentos, micrófonos, piañas y luces que apuntaban la cara de los músicos. Era un jueves, un día antes de la inauguración oficial de mamut y la Clandeskina, con el derecho soberano de ser la orquesta de la casa sería la encargada de dar la apertura a lo que sería durante dos años uno de los espacios de mayor popularidad para la cultura caleña.

Y en la mente de David Gallego ese bar fue la evolución de ideas gestadas; la topa tolondra en sus inicios, Casa Clan, La Cola del perro, la caldera del diablo, proyectos que fueron transformándose en ese sótano de estilo aire neoyorquino junto a una oferta gastronómica de empandas, aborrajados, marranitas y cerveza, Mamut se convirtió en un patrimonio de puertas abiertas para el ensayo de varias propuestas salseras , para conversatorios de toda índole, hasta el punto de servir de locación para la grabación de la serie sobre la mítica reina de la rumba caleña: Amparo Arrebato.

Miércoles en vivo

La atracción de ese sitio me impulsó a ser espectador de los miércoles de descargas, escuchar las orquestas en vivo, presenciar la coexistencia entre las viejas y nuevas generaciones de artistas, sentir la solidaridad entre la desgracia y el reencuentro con amistades que el tiempo se niega a borrar. Los miércoles me han servido de cura y convertir en sonido la existencia enredada

Mamut ha sido el punto de encuentro para el delirio guaguancóso, la guajira azarosa que respira la esquina del desahogo, los acetatos del poncho, la sonrisa de Ana, y en el asombro de los visitantes que buscan la intimidad del bolero.

Le debo mucho a la generosidad de Mamut la oportunidad concebida para mi debut como escritor y presentar mi primer libro entre congas y repiques soneados. Y ahora que ha cerrado sus puertas, después de dar la pelea con las botas y resistir casi este año de pandemia en el que más de un negocio ha caído en la ceremonia del adiós. Sólo espero que sea un adiós circunstancial de los que inunda un dolor temporal y presenciar con más sabor y coimbre el regreso transformado.