“¿A qué edad comenzaron a escribir de verdad y publicaron su primer libro?”, pregunta una mujer en una red social.

Varios responden a su llamado y contestan: cuando esto, esto otro, a mis veintitantos  cuando no sé qué, y así se van sumando respuestas.

De llegar a existir la escritura verdadera, también debe existir su contraparte, la falsa.  “Escribir de verdad”, pienso, tiene una directa relación con publicar un libro.

Quienes no lo han hecho, como yo, supongo que escribimos de mentiras.

Esto me trae a la memoria algo que dice Juan José Millás en La vida a ratos, su diario novelado:

“Si no conquistáis la ingenuidad, tampoco lograréis escribir bien.  Mis alumnos por lo general no quieren escribir bien, quieren ser escritores.” 

Escritor, pienso, es esa persona, mujer o hombre, que escribe con cierta frecuencia.

Quizá nos dividimos en: los que escriben de verdad, de mentiras y los que dedican su vida por entero a la escritura.

Los últimos, imagino, son los que en verdad merecen llevar el título de escritores, porque buscan la manera de que su existencia gire en torno a esa actividad.

Ya saben, esas personas que, de ser necesario, venderían un riñón para hacerlo.

Todo esto me llega a la cabeza por esta publicación de Sara Jaramillo Klinkert.

 
En estos días la autora de las novelas: Cómo maté a mi padre y Donde cantan las ballenas, escribe su tercera obra en el rincón más remoto que encontró: una choza con vista hacia el mar; un lugar perdido, digamos, sin señal de celular a varios kilómetros a la redonda.

Cuenta que su meta es llegar al mes o durar en su retiro creativo hasta que se le acabe la comida.

Está allá para escribir, escribir y escribir. Su vida, equilibrio mental, identidad, en fin, parece que dependen de ello.

Le encaja a la perfección la frase: “escribo luego existo”.

Si eso, renunciar a casi todo para dedicarse a la escritura, no es escribir de verdad, entonces no sé qué pueda serlo.

En un club de lectura de su novela Donde cantan las ballenas en el que participé, Klinkert nos acompañó en la última sesión para que le preguntáramos lo que quisiéramos sobre su obra, la escritura y la vida en general.

En esa ocasión nos contó que todo ya está inventado en cuanto a la escritura, y que lo importante es coger un pedacito de aquí y otro de allá, para crear algo propio.

Piensa que escribir es observar lo que nadie ve, porque la mente tiende a quedarse con la generalidad de las cosas; de ahí que la obligación del escritor sea ver eso, y mostrárselo a las personas normales de una manera genuina.

Otra clave de su oficio se encuentra en no usar adjetivos y pretender adornar la prosa, pues estos son rasgos de un escritor novato, ya que al de verdad, no le da miedo mostrarse.     

Pienso que si hay alguien de quien se puede decir que escribe de verdad y que es escritora es ella. El resto de mortales publican libros o, como yo, escribimos de mentiras, signifique lo que eso signifique.