

Es inaceptable que muchas vidas se pierdan por culpa de personas que no saben amar ni apoyar a un equipo de fútbol. Este deporte seguirá toda la vida, la vida de Celeste ya no más.
Celeste era una bebé, tenía un año. El sábado 27 de febrero ella y sus padres pararon a disfrutar de un parque público en el oriente de Cali, luego de hacer diligencias en comercios. Probablemente estaba jugando o caminando en la zona… hasta que comenzó el tiroteo.
Imagínate que cuidas de tu hija mientras la disfrutas y en un abrir y cerrar de ojos atentan contra su vida.
O imagínate ser Celeste -no tienes que ser una bebé- andas caminando por la zona y luego todo se torna negro.
A Celeste no sólo le cayó una bala perdida, a Celeste la mataron.
Y todo por una disputa entre hinchas de fútbol por un supuesto grafiti.
Barrismo irracional
Por lo menos en Colombia, desafortunadamente no se entiende de practicar el barrismo sin violencia, sobre todo en muchos sectores populares, de escasos recursos o de conflicto local.
Ha sido una pelea eterna, que ninguna alcaldía de ciudad ha podido acabar. Incluso, pareciera que a lo largo del tiempo poco a poco le quitan el ojo de encima por lo que es una guerra dispersa, no está concentrada en un punto específico y “sólo afecta a unos cuantos”, como quien dice ‘sólo a los hinchas’. Lo ‘normalizaron’.
Pero es que no sólo afecta a los hinchas, no sólo agreden o muere apuñalado, golpeado o baleado el de la camiseta verde o roja; han muerto taxistas, personas del común y ahora una bebé. Menosprecian su gravedad porque agredían con arma blanca o mano limpia, ahora el peligro es de largo alcance.
El gran conflicto del barrismo violento tiene un trasfondo más profundo que la simple pasión por el fútbol: también es una problemática social.
Un punto de vista personal: una mala idolatría hacia algo o alguien puede transformarse en agresión hacia otros. Un grupo con mala idolatría puede hacer daño a otros por no pensar como ellos, la segunda guerra mundial consistió en ello.
Las barras bravas violentas son como pandillas, afectan a territorios y personas, ponen límites invisibles y forman el tiroteo -en el caso de Celeste- por el motivo más irracional. Estas pandillas en su mayoría están compuestas de menores de edad o personas que quizá no conocieron más allá de la posesión de la camiseta. Es decir, quizá no tuvieron la educación suficiente o no tienen los medios suficientes y su refugio es la hinchada (incorrecta)… esto es un problema del Estado local, incluso nacional.
Fútbol: nada que ver con la violencia
Si esta violencia no se detiene o no se resuelve con ojo de halcón, van a haber muchas más Celestes.
No basta una recompensa de $10 millones de pesos, se necesita pedagogía, reconstrucción social y acompañamiento gubernamental. Esto último no se trata de evitar la próxima disputa (que igual debe hacerse), también se trata de velar por la protección del territorio, los habitantes y la formulación de diálogo.
Si el fútbol como deporte fuera una persona jamás pediría que se mate a un ser vivo por él.
El fútbol ha sido incluso un mecanismo de paz y tregua entre rivales, donde la diferencia se une para ser uno sólo.
Es inaceptable que muchas vidas se pierdan por culpa de personas que no saben amar ni apoyar a un equipo de fútbol, que ni siquiera los conoce. Intolerable que a esta bebé de un año le quitaran su vida por un insignificante grafiti.
Celeste ni siquiera sabrá qué es amar un equipo de fútbol porque estos “hinchas” le quitaron la oportunidad.
No es justificación, hincha. Por eso le pregunto: ¿Y si a usted le cayera la bala? ¿Sólo por una berraca pared? ¿Unos trazos de pintura que se pueden volver a hacer?
Estoy segura de que no quisiera recibir un balazo, ese cuento de “por mi equipo me hago matar” lo deja atrás si tiene un arma en su frente y jalan el gatillo.
El fútbol fue, es y seguirá siendo vigente para siempre… su vida no.