

Hace un par de semanas un reconocido influenciador de Cali compartió en su página de Facebook un video en el que salía a las calles y le entregaba zapatos a unas mujeres que supuestamente vendían chicles y bolsas negras (para la basura) en una transitada avenida del norte de la ciudad. El video que tiene una duración de tres minutos cuenta con una edición premeditada en la que no deja al descubierto la plena identidad de un menor que las acompañaba, pero de nada sirvió para que este fuese reconocido por su propia madre.
Marcela tiene 29 y su hijo 11 años, ella trabaja para una casa de familia como empleada del servicio, por ende, se ve obligada en dejar cuidando a Sebastián. Quien le colaboraba recogiendo al niño en la escuela y cuidándolo el resto de la tarde es una prima paterna. El pago por esta labor era mensualmente 100.000 pesos. “Como ella tiene una niña y no trabaja, le quedaba más fácil cuidar a mi Sebas.”
Volvamos al video. El “filántropo” de las redes se baja del carro, cruza un par de palabras con las dos chicas, la que sostenía al niño en los brazos, pero sentada, lo hace a un lado y se abalanza hacia la cámara. Procede la entregar de un par de zapatos a cada una, estas se lo miden a pie descalzo, luego agradecen y listo. Lo que se desconocía hasta ese momento es que Sebastián era uno de los que engrosaban la lista de trabajo infantil.
“El video me lo envió mi sobrina y yo no lo podía creer (silencio) jamás me imagine que mi hijo iba estar en la calle vendiendo y sirviendo para generar lastima.” Comenta Marcela. Añadiendo: “Ese mismo día hablé con ella. No supo que decirme, pero dígame que podía esperar si hasta la misma hija sale ahí”
El panorama de ver niños en la calle ofreciendo dulces o pidiendo monedas se ha ido normalizando. En efecto, se considera que el trabajo infantil retrasa el desarrollo integral de los niños que lo padecen, de igual forma, se estima que este es uno de los factores que prolonga la pobreza y aumenta el margen de la desigualdad. Un menor trabajando, es un menor que no estudia.
Se sabe que la pandemia agudizó el trabajo infantil a nivel global, pero es esencial recuperar y avanzar en los niveles de atención a la primera infancia y adolescencia en el país, con el fin de garantizarles un acceso institucional que promueva las dimensiones del desarrollo personal como lo estipula la legislación colombiana; intelectual, afectiva, deportiva, social y cultural.
La historia de Sebastián es una de miles que se podrán contar, debido a que Colombia cerró el 2020 con el 4,9%, la tasa de trabajo infantil de acuerdo con el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario y Alianza EFI. Es decir que, en el país trabajan cerca de 523.000 menores entre los 5 y 17 años. La tarea conjunta entre el Gobierno, el ICBF y las ONG que trabajan por la niñez es clave para erradicar el trabajo infantil en todas sus formas.