* ILUSTRACIÓN: La Resurrección de Cristo. Rafael. Óleo sobre lienzo. 1499 – 1502. Museo de Sao Paulo. Sao Paulo, Brasil.

Por: Óscar Humberto Gómez Gómez.

Desde siempre se ha tratado de negar, o cuando menos de poner en duda, a como dé lugar, la Resurrección de Jesús, que se celebra hoy Domingo de Pascua en el mundo católico y, en general, en el cristiano.

Desde un comienzo, y tan pronto se conoció la desaparición del cadáver, esto es, apenas comenzó a trascender que el cuerpo sin vida de aquel reo singular que Roma había juzgado, condenado y crucificado no se encontraba en la tumba donde había sido sepultado, se echó a rodar la versión oficial de que sus discípulos se lo habían llevado durante la noche mientras los guardias apostados para vigilar la tumba dormían (Evangelio según San Mateo, Capítulo 28, versículos 11 a 15).

Incluso se ha llegado a algo aún más avezado y temerario: afirmar haberse hallado el cuerpo de Jesús. Con total atrevimiento se entran a detallar, una a una, las lesiones óseas, e incluso lesiones de otro orden, que supuestamente habría sufrido Jesús con ocasión de la terrible crucifixión de la que fue víctima.

Esto, desde luego, no es cierto y para concluir que es falso no es sino acudir al sentido común.

En efecto, si científicamente se hubiese determinado como un hecho cierto el hallazgo del cadáver de Jesús, lógicamente ello constituiría una estremecedora noticia mundial, una espectacular noticia de carácter universal difundida a través de todos los medios de comunicación del planeta y en todos los idiomas del mundo, se desencadenaría un sin número de entrevistas a historiadores, científicos, antropólogos, arqueólogos, médicos forenses, químicos forenses, teólogos, filósofos, jefes de Estado, políticos, y un largo etcétera, no darían abasto los grandes diarios de todos los países imprimiendo sus tiradas especiales y prácticamente ello significaría el final del cristianismo como religión, lo que, obviamente, y por sí mismo, sería también una bomba noticiosa que sacudiría al planeta entero.

Tal charlatanería pseudo-científica contradice de manera abierta, por supuesto, la Resurrección de Cristo, que es el pilar fundamental de la religión cristiana.

No: NADIE, absolutamente NADIE ha encontrado el cuerpo de Jesucristo.

Y NADIE lo ha encontrado porque, de acuerdo con lo narrado en las Escrituras, Jesús resucitó y posteriormente se produjo su Ascensión, por lo cual su cadáver no existe y, como no existe, no se le puede encontrar en ninguna parte.(Evangelio según San Marcos, Capítulo 16 versículo 19. Evangelio según San Lucas, Capítulo 24 versículo 51).

El recién desaparecido cadáver de Jesús NO fue encontrado por las autoridades romanas, a pesar de que es fácil entender que se tuvieron que desplegar desde aquel turbulento domingo y en los días subsiguientes los operativos de búsqueda más rigurosos, con allanamientos, detenciones, interrogatorios, etc., dado el inmenso poderío que Roma tenía sobre Judea y la necesidad que le asistía de no permitir que dentro de un pueblo al que, de por sí, le había sido difícil gobernar, surgiera y se regara como pólvora la creencia de que, en efecto, Roma no había condenado a muerte y crucificado a un peligroso líder político judío, sino nada más ni nada menos que a un ser sobrenatural a quien sus multitudinarios seguidores consideraban la encarnación del único Dios realmente existente, unicidad que, por lo demás, contradecía de manera abierta y desafiante el politeísmo reinante en el imperio.

La Resurrección de Jesús es el hecho sobre el cual, con mayor acento, se materializa la solidez o la debilidad de nuestras convicciones religiosas.

Y es que la Resurrección de Jesús es el meollo mismo alrededor del cual gira todo el andamiaje construido para soportar la fe católica y, en general la fe cristiana.

Hay que entender que, inevitablemente, llega un momento en que la fe tiene que separarse de la Historia.

Es un error, en efecto, pretender que para todos los temas propios de la religión existe un soporte histórico, esto es, un fundamento de carácter geográfico y cronológico.

Aún así, en los textos bíblicos están narrados los hechos y soportados con el testimonio de las personas que en su momento tuvieron el privilegio de presenciarlos e incluso de ser, de alguna manera, protagonistas de los mismos.

Por sus especiales particularidades, Jesús y el naciente cristianismo constituían, no solo para el poder judío, sino también para el poder romano una incomodidad preocupante a la que tenían que hacerle frente con toda decisión, pues lo que inicialmente parecía un tema meramente religioso, se les había convertido en un espinoso y complejo tema político. Por eso, la tumba de Jesús fue militarizada, esto es, se dispuso apostar militares a su alrededor, una guardia armada, y no permitir el paso de nadie. (Evangelio según San Mateo, Capítulo 27 versículos 62 a 66).

Aún así, y como una excepción, se acepta que pasen unas mujeres que se han presentado manifestando el propósito de ungir el cuerpo, costumbre post-fúnebre existente. (Evangelio según San Marcos, Capítulo 16 versículo 1. Evangelio según San Lucas, Capítulo 23 versículos 55 y 56; y Capítulo 24 versículo 1).

Estas mujeres no pueden cumplir su cometido porque reciben la noticia de que el cuerpo de Jesús ya no se encuentra allí. (Evangelio según San Mateo, Capítulo 28 versículos 5, 6 y 8. Evangelio según San Marcos, Capítulo 16 versículos 6 y 8. Evangelio según San Lucas, Capítulo 24 versículos 2 a 6).

Es tan difícil creer en la Resurrección de Jesús, que incluso los mismos apóstoles inicialmente no creyeron que hubiese sucedido. Y no fue solo el apóstol Tomás, como suele pensarse, el que la puso en duda. Cuando María Magdalena llega a contárselo a todos los once, obviamente conocedora del lugar donde se encuentran clandestinamente reunidos, clandestinidad que es fácil imaginar dada la terrible persecución que en esos momentos debió haberse desatado contra ellos por parte no solo de los guardias judíos, sino también de las tropas romanas, no le creen (Evangelio según San Marcos, Capítulo 16 versículo 11) y piensan que es producto de su cansancio mental, hoy diríamos de su estrés. (Evangelio según San Lucas, Capítulo 24 versículos 10 y 11).

Los apóstoles terminan creyendo en la Resurrección porque ven y escuchan al ilustre resucitado, es decir, luego de haber tenido sus dudas. (Evangelio según San Mateo, Capítulo 28, versículos 16 a 20. Evangelio según San Marcos, Capítulo 16 versículo 14. Evangelio según San Lucas, Capítulo 24 versículos 36 a 50. Evangelio según San Juan, Capítulo 20 versículos 19 a 29, y Capítulo 21 versículos 1 a 25).

“Mas si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana también es nuestra fe” (Epístola de San Pablo a los Corintios, Capítulo 15 versículo 14).