Desde que comencé a marcar mi presencia en diferentes plataformas audiovisuales y en medios de comunicación siempre mantuve mi postura de ser transparente, honesto y lo mayor realista posible. No tengo “pelos en la lengua” para expresar lo que en mi mente y corazón habita. Por esta razón, el asunto de la eutanasia en Colombia y las últimas noticias, específicamente la de la señora Martha Sepúlveda, paciente con ELA (Esclerosis lateral amiotrófica) la cual el Instituto Colombiano del Dolor anuló su intervención que estaba programada para el 10 de octubre, me generó rechazo, conmoción y una crítica frente a las garantías que ofrece el sector salud en el país junto a diferentes dilemas éticos que manejan diferentes personas.

Esta noticia volvió a abrir los micrófonos de los principales medios de comunicación para debatir en cuanto a lo bueno y malo de acceder al método de la eutanasia, teniendo en cuenta que esta paciente no sufre una enfermedad terminal. Un debate profundo, ya que en Colombia está despenalizada desde 1997 con la sentencia C-239 donde se consagró la muerte digna como complemento del derecho fundamental a la vida digna. Posteriormente pasó a ser ley el 20 de abril de 2015. Además, este año la Corte Constitucional realizó un fallo en el que se puntualiza en la sentencia 233 de 2021 donde los pacientes no terminales y a los que padezcan cualquier sufrimiento psíquico o físico proveniente de una lesión corporal o enfermedad grave o incurable pueden acceder a dicho procedimiento. Sin embargo, este respaldo no fue suficiente añadido a los demás documentos requeridos para efectuar el anhelo de Martha.

Ahora bien, he leído y escuchado diferentes opiniones basadas en ideologías religiosas y morales, son respetables, más no comparto la mayoría. Porque en un minucioso rastreo que hice en una red social y en las diferentes noticias, la espera y eficiencia del sector salud en el país es muy mínimo y poco justo. Por eso tiene toda la razón la sentencia de la Corte Constitucional cuando alude a la muerte digna como complemento del derecho fundamental a la vida digna. Cada ser humano tiene el derecho a decidir cómo manejar su estado de salud y es el único que maneja su criterio del dolor y saber cómo se siente. Por sentido común, es lo más lógico. Por esta razón es desconcertante e incomprensible para mí algunos pensamientos que rechazan el método de la eutanasia, cuando este procedimiento es el reflejo intacto de una persona que sí valora su vida pero que esta misma ya le está entregando su última factura.

Creo eternamente en Dios, lo amo y agradezco todas las bendiciones que diariamente me concede y a mi núcleo social, incluso hubo una temporada en mi vida en la que le temía a la muerte, me generaba terror dormirme y al otro día no despertar o salir a la calle, subirme en algún medio de transporte y accidentarme. Este asunto quedó en el pasado y lo superé gracias a terapias psicológicas y a la madurez. Sin embargo, no podré superar jamás el nivel de irrespeto y ausencia de empatía de algunas personas por esta clase de asuntos sociales y más en el ámbito de la salud. ¿Quiénes somos nosotros para decidir sobre el estado final de salud de otro ser humano? ¿Quiénes somos nosotros para plantear un juicio en cuanto a la decisión de una compatriota? Me deslumbró mucho la alegría de Martha cuando la entrevistaban y la certeza con la que respondía las diferentes preguntas, muchos quisiéramos tener la seguridad con la que manejó sus intervenciones.

Respeto a las personas que piensan que Dios es el dueño de la vida y el que escoge nuestro destino final, sin embargo, yo discrepo porque Dios también ama y es un ser que comprende el dolor ajeno (lo resalto desde mi pensamiento religioso) es por eso que cada uno es autónomo de decidir su futuro después de que sea acompañado por profesionales idóneos.

Siento que no es prudente comparar el suicidio con la eutanasia, ya que con el primero estoy en contra y es una decisión que se puede evitar con acompañamiento médico. Pero la eutanasia es la respuesta clara a diferentes procesos que no tuvieron un resultado efectivo y se acudió al criterio del paciente.

Apoyo la decisión de la familia de Martha al seguir persistiendo en su dignidad y la intervención de la justicia, porque el pensamiento de “la vida es bella”, se lee muy bonito, pero si el dolor y el irrespeto hace parte de ella y más precisamente en pacientes con enfermedades letales, ya avanzamos a terrenos tormentosos.