Es normal subir estados de botellas de trago cada ocho días y enfocar a la gente mientras
se queda dormida en medio de la borrachera. Es normal amanecer nadando en vómito, es
normal fumarse tres cajetillas de cigarrillo por día,
pero ah, vaya problema fumarse un porro.

Estamos en pleno siglo XXI y en Colombia la sociedad quiere normalizar las relaciones tóxicas, las ventas de packs, los influencers con sus banalidades, las bebederas cada ocho días, la violencia doméstica, el porte ilegal de armas, el consumo de más de dos cajas de cigarrillo por días, el plagio, la educación virtual, el aborto, la tiranía, la anarquía, el despotismo, la poligamia, los matrimonios entre miembros de la comunidad LGTB, etcétera.  Pero aun reina en las personas que se denominan de “mente abierta” los estereotipos para juzgar a quienes consumen marihuana. Al fin y al cabo, país tercermundista, país que le cuesta entender a los demás, país que no lee, país que se basa en los pensamientos ajenas, país subjetivo. Se me olvido lo que iba a escribir. Voy a salir a sacar el perro, pero primero tengo que ir donde mi amiga la arquitecta.

Súmenle que tener tatuajes es para los sicarios, que los hombres que tienen aretes se abren el cu**; Garavito no tiene aretes ni tatuajes, no fuma marihuana y abusó sexualmente a más de 20 niños; lo políticos no tienen ni lo uno, ni lo otro, pero consumen perico y toman wiskey, y llevan más de 30 años amasando fortunas con el dinero “destinado a la población”.

Llegué de sacar el perro, los señores agentes me piden mi cedula, me requisan y me dicen que eso está bueno, que me la fume en mi casa. Con mi cedula identifican que no tengo antecedentes penales ni judiciales, es decir, nunca he llevado a cabo acciones ilegales, nunca he sido un vago, nunca he perdido mi rumbo, pero conozco morrongos que dicen que la marihuana sala a las personas, que las vuelve estúpidas y blablablá, pero a la misma vez, tienen problemas penales, les encanta embucharse con licor, humillar a las personas, menospreciarlas y juzgarlas porque el simple hecho de fumar cigarrillito, de ser amantes del licor los hace superiores ante un marihuanero.

Me están esperando mis amigos: el neurólogo, el paleontólogo, el sociólogo, el licenciado en ciencias del deporte y la educación física, la economista, la abogada, el fisioterapeuta, el docente en el colegio público, el profesor de la carrera de literatura; en fin, me esperan marihuaneros letrados, intelectuales, amantes de la lectura, el amor propio, del respeto hacia los demás, y obviamente, de la marihuana.

Los invito a las Universidades públicas, allá en medio de las tertulias llenas de conocimiento y sabiduría les va a dar catedra sobre distintos temas, pero eso sí, tápese la nariz, porque mientras el futuro médico piensa en como investigar y curar un patología; mientras el futuro abogado cavila en la importancia de la norma y en cómo defender a su cliente; mientras el integrante del grupo de investigación científica reflexiona sobre robótica, átomos, literatura, hormonas, biomecánica, el humo se dispersara, pero el ser humano y la ética seguirán en pie.

Que vivan los santos porque al marihuanero lo espera la desgracia, la cárcel y la muerte…