¿Se puede innovar en la literatura?

La escritora antioqueña Sara Jaramillo Klinkert piensa que no y que todo ya está inventado. Dice que lo importante es tomar diferentes pedacitos de aquí y de allá, para crear algo propio.

Eso fue precisamente lo que hizo Andrea Abreu con Panza de burro, su primera novela.

Abreu Estudió periodismo en la Universidad de la Laguna de Santa Cruz de Tenerife, España, y luego cursó un Máster en Periodismo Cultural y Nuevas Tendencias en la universidad Juan Carlos de Madrid.

En un principio su novela era un libro de poemas, pero ese resultó ser un formato en el que no le cabía todo lo que quería contar.

Mientras escribía Panza de burro, a sus 27 años, trabajaba como dependienta en una tienda de lencería. También había sido camarera, y cuenta que nunca había tenido un trabajo con un sueldo mayor a los 1000 euros.

Ella misma dice lo siguiente: “Todo lo que hago ya está inventado, pero lo estoy llevando a mi terreno para contar experiencias que me han marcado a lo largo de mi vida”.

Panza de burro, a grandes rasgos, es una historia de infancia y amistad entre dos niñas inseparables de sectores populares de Canarias, durante un periodo de vacaciones.

 

“La infancia, es una época en la que los afectos son más rabiosos, más crudos y reales”, afirma la escritora.

 

Leerla es como darse un duchazo fresco de lenguaje.

Y es que Abreu desafía su uso y rompe las normas de la ortografía, lo que prueba que escribir va mucho más allá de saber poner tildes o cuando se debe utilizar ahí, hay o ay.

La escritora Sabina Urraca fue su maestra en un taller literario que consistía en desarrollar una novela autoficcional. En él apareció por primera vez Isora, una de las protagonistas.

Abreu cuenta que lo único que leía en la clase era ese texto, no porque le convenciera, sino porque no tenía nada más escrito.

Un día Urraca le contó que la editorial Barrett le había propuesto participar en un proyecto en el que se le da la oportunidad a un escritor de editar a otro escritor, y que quería sacar adelante la historia de las dos amigas.

Urraca cuenta, en la introducción a la obra, que un día, cuando la novela aún no estaba  terminada, dejó de preocuparse por el lenguaje experimental y le dijo con voz firme a la autora: “¡No pongamos glosario!”  Abreu estuvo de acuerdo.   

La editora siente que así se le da a la literatura un “carácter de fluido que se cuela en el cerebro de forma compacta, sin detenerse en un eventual tropezón lingüístico”.

La joven escritora española dice que su obra no está escrita en Canario, sino en Canario de su pueblo o Chelismo, el habla de la abuela Chela, otro de los personajes de la novela.   

Cuenta que Siempre se ha remitido a autoras como la mexicana Fernanda Melchor, que dice que busca una especie de hiperrealismo en el lenguaje.

Es sorprendente cómo logra mantener el mismo tono y lenguaje durante toda la novela, sin que suene repetitivo o haga agotadora su lectura.

En una entrevista dijo que lo más complicado durante su proceso de escritura, fue lograr una norma dentro de la no-norma, para que no se piense que es algo incoherente.

En muchas ocasiones Panza de burro me hizo sonreír e incluso carcajear, y cuando un autor provoca eso en un lector, pienso que ahí es, que su obra es un lugar en el que debemos permanecer por mucho tiempo.

Ella pensaba que la vida solo era una vez  y que había que probar un fisquito siempre que se pudiese. Y un fisquito de anís miniña? Un fisquito namás. Un fisquito namás. Un fisquito namás, decía”.

  • Panza de burro —

Un fisquito es un término Canario que significa un pedazo muy pequeño.  Así, creo, se puede definir la novela de Abreu: muchos fisquitos frescos de escritura, que conforman un todo espléndido.