Por: Andrés Felipe Mejía.

Como es bien sabido por todos nosotros, quienes vivimos dentro y fuera de las maravillas del siglo XXI, las tecnologías digitales cada vez toman más fuerza en todos los ámbitos de nuestra existencia. Pecaría de terquedad al mencionar el gran avance en el uso de estas gracias a la ya tan mencionada y comentada pandemia. Pero, aunque se torna cansino dicho tema, el hecho de su gran importancia sigue siendo el mismo. De todos modos, no es secreto que las redes sociales dominan nuestras vidas, siendo cada una de ellas tan o mas poderosa que sus antecesoras (Messenger, Tumblr, Yahoo! Facebook), quienes serían pioneras en dicho mercado.

El problema con las redes sociales y con el internet en general es en su mayoría algo tan complejamente enraizado en la naturaleza humana, que es muy difícil notarlo en nuestra propia conducta de manera plenamente consciente.  La información está en todas partes, está tan masificada, que el simple movimiento de nuestro dedo en el celular hace que tengamos acceso a toda ella, pero ¿Es esto un problema? Ciertamente esta pregunta no es tan fácil de responder, ya que, si lo vemos de cierta manera, es más una solución que un problema, pero eso tampoco niega el hecho de que de alguna forma pueda verse como uno.

Tanta información hace que seamos flojos, que seamos perezosos, que seamos vagos en la búsqueda del conocimiento. Preferimos, como usuarios del mundo virtual, buscar en muchas ocasiones algo que nos represente como individuos, que nos haga sentir pertenecientes en un grupo más que buscar la verdadera naturaleza de la realidad, y nos negamos a aceptar que a veces las cosas no son como las percibimos y que es necesario cambiar nuestra equivocada percepción de ciertos temas. Es así como terminamos dando fama y reconocimiento a Estúpidos e hipócritas individuos, que solo aprovechan el sentido de pertenencia de la gente que los sigue para sus propios beneficios.

Terminamos creando Heraldos de la ignorancia, la cual acaba infestando nuestras vidas. ¿Es más fácil obtener conocimiento? Sí, ciertamente lo es, cuando no tardas ni siquiera un minuto en encontrarlo y cuando tienes cientos de miles de fuentes a tu disposición, pero ¿Estamos en la búsqueda del conocimiento? Muchos dirán que sí. ¿Hasta qué punto estaría dispuesto un cristiano, un mormón, un budista, un judío, un hindú, un sij, un islam, un bahaí a sacrificar su fe a cambio de discernimiento? ¿Estaría una persona Obesa dispuesta a sacrificar el ego de sí misma para aceptar que sus problemas no son producto del odio del mundo sino de una enfermedad que afecta a su vida? ¿Estaría dispuesto el rico a aceptar que en la mayoría de los casos la riqueza es producto de privilegio y no de mérito?

Vivimos en un mundo donde las ideas fáciles, optimistas y fantasiosas son aceptadas, mientras que lo que es cierto y realista es relegado y tachado de pesimista, de absurdo y de odioso. Es comprensible hasta cierto punto, todos nosotros somos un narciso ¿Y a que narciso le importa algo más que su propio reflejo? El individuo que es en una cierta medida sabio o que está en la búsqueda de serlo, sabe muy bien que existe un mundo más allá de su propio ego, y por eso este mismo individuo es quien está dispuesto a embarcarse hacia la búsqueda del conocimiento.