Nunca pensé que madrugar sería uno de los hábitos que más me gustaría para iniciar el día, pero desde hace año y medio que conocí el ciclismo de ruta, entendí lo mágico de levantarse a las 4:00 a.m., para estar rodando con las primeras luces del día. Y es que la sensación que te produce en tu mente y en tu cuerpo el saber que solo tú, y tu caballito de metal, son capaces de conquistar montañas como el km 18, o Dapa en Cali, es indescriptible.

Te llena de alegría, de confianza y de una sed insaciable de montar más y conquistar nuevas rutas.  Sin embargo, no todo es color de rosa, el ciclismo de ruta podría catalogarse como un deporte extremo en Colombia, ya que mientras se está en la ciudad hay que esquivar huecos y ladrones, y cuando ya se logran alcanzar las carreteras intermunicipales hay que lidiar con la irresponsabilidad de quienes manejan camiones, mulas y buses.

Se es muy pequeño cuando se va en una bici y pasa un camión o un bus junto a uno. La velocidad del más grande generalmente produce una fuerza que lo hala a uno hacia ellos y es ahí donde está el peligro. Precisamente, fue eso lo que sucedió con Julián Torres la semana pasada. El niño que nos hizo estremecer por las lágrimas de emoción que le ocasionó la victoria de Egan Bernal en el Tour de Francia. Con tan solo 13 añitos estaba entrenando en carretera, con el mismo entrenador que entrenó a Egan, y fue victima de la intolerancia, de la falta de comprensión y de la falta de cultura de algún idiota conductor de mula, para quien fue mas importante acelerar, que respetar la vida de un niño.

Este año Egan Bernal podría convertirse en uno de los ciclistas más jóvenes en la historia en ganarse las 3 carreras grandes del ciclismo (Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España) y muy seguramente, Julián, entrenando desde tan corta edad y con el mismo profesor de Egan, estaba destinado a seguir sus pasos… hasta que fue asesinado.

La ley 1811 de 2016 es muy clara al estipular que los ciclistas tenemos el derecho a ocupar todo un carril de las carreteras, es decir, el problema no es falta de leyes, el problema es esta cultura que tenemos donde preferimos el atajo sobre la espera, lo fácil en lugar de lo difícil, los intereses personales en vez del bien común y la violencia en lugar del diálogo.

Es así, como se apagan lo sueños de un niño que solo quería conquistar el mundo en bicicleta, mientras que el asesino sigue libre en las calles, porque la justicia funciona así en Colombia. Destituye de su curul a político más transparente que ha tenido esta comarca (Mockus) y deja en libertad al homicida de un inocente niño deportista. Luto en las calles de Colombia por Julián y los 251 ciclistas más que han muerto este año. Ojalá los gobiernos locales y el Gobierno Nacional tomen cartas en el asunto, garantizando al menos un día en la semana en que en las rutas de entrenamiento se restrinja el tráfico de carros y se destine únicamente para uno de los deportes que mayores logros le ha dado a esta nación tan convulsionada.

Hasta pronto Julián y que sigas rodando por la eternidad.