La importancia de la temática requiere de datos exactos, los cuales no son posibles de encontrar debido a la celeridad con la que varían los mismos.  

Ingresado el paciente a la UCI se preguntan por la patología de base: cáncer, vih, neumonía, epoc, enfermedades cardiovasculares, pero, ¿Qué pasa con la salud mental, con un cuadro de depresión y con la inestabilidad emocional?

¿Cómo se aferra a la vida una persona que llora en soledad, qué le cuesta socializar, que oculta sus tormentas y no libera, y lo peor, que engaña a todos, que tima de la mejor manera a sus seres queridos haciéndoles pensar que todo está en orden porque tiene un empleo, una casa, un vehículo, una familia y pocas amistades (la de los momentos difíciles) que la apoyan?

Esa persona lleva consigo una cruz, un nudo en el corazón que afecta su paz interior y su manera de ver la vida, y en realidad ya no la ve, ya solo se resigna a esperar que le tiene preparado el tiempo y Dios.

Somatizado en su silencia es atacado por el covid – 19; tiene una vacuna y espera su segunda dosis. Ante esto, su familia y la misma persona creen en la inmunidad, pero el covid empieza a manifestarse con síntomas de manera progresiva; es por eso que el galeno actúa rápidamente sobre lo físico, fisiológico y anatómico, así como lo requiere su profesión.

El tiempo apremia.  Atrás y en el olvido ha quedado la parte psicológica; ya tuvo a su disposición oxígeno, cánula nasal de alta eficiencia, y ahora, debe afrontar la parte más temida, esa que se puede convertir en el desenlace de una vida (así como lo aseveran los relatos de familiares), la intubación.

En este mundo tan inexacto, en esta vida pasajera, las manifestaciones psicológicas suelen ser ignoradas por quienes las sufren y por el círculo de esa persona, quienes nunca lo notan, ni se interesan por consultarlo.

El mundo esta errado; gran parte de la sociedad considera que las consultas psicológicas son exactamente para los que sufren trastornos mentales, los mal llamados “locos”. Pero en realidad, el ser humano es un ser sensible y emocional por naturaleza, los témpanos de hielo se derriten cuando su alma lo requiere. Todo sufren, todos piensan en las mañanas y en las noches buscándoles soluciones a sus problemas (económicos, desamor, agresiones, humillaciones, recuerdos tormentosos, afugias, etcétera).

Y en estos casos, son pocos los que optan por consultar a los profesionales de la salud mental, son, en minoría, los que deciden ser como un libro abierto, siendo conscientes de que el silencio es un de las peores pandemias, porque no permite conocer a una persona, porque todos asumen que su vida es normal cuando su mente y su corazón le ocultan su sonrisa y lo aíslan de un mundo poco comprensible. Así que solo se dejan llevar por los días y la depresión.

El paciente ya ha fallecido, sus familiares lo lloran y lo extrañan, y su cama es ocupada por otro paciente con la enfermedad del momento, la que parece ser la única causa de muerte de un individuo. En su historia clínica, sus familiares descubren que el difunto atravesaba por un cuadro de depresión; que no dormía, se sentía débil, se aislaba y todo lo irritaba. Entonces se preguntan por qué nunca les platico sobre ello, y la respuesta es porque así actúa la depresión y hay quienes son egocéntricos e intolerantes y solo se conforman en decir que ven diferente a esa persona y que se ve rara.

Así es la salud mental, así es la vida y al parecer así es el covid, como la ciencia, impreciso.