

Camila Cifuentes está confundida, pero es buena camuflando su angustia ante los demás.
Lo que ocurre es que no tiene claro quién es. A veces logra vislumbrar algo de identidad en su actuar, pero la mayoría de su tiempo lo dedica a preguntarse: “¿Quién soy?”. Podría asirse de su profesión y decir que es Ingeniera Civil, pero eso le suena tan vacío como decir que tiene buenas relaciones interpersonales.
Hay días, por ejemplo, en los que se siente la mujer más bondadosa sobre la faz de la tierra, y otros en los que se considera la más mezquina e infeliz. “¿Por qué?, ¿por qué no puedo ser solo de una manera?”, se pregunta.
Recuerda lo que Anaïs Nin dice en uno de sus diarios: “Yo cambio todos los días, cambio mis patrones de conducta, mis conceptos, mis interpretaciones. Soy una serie de estados y sensaciones. Interpreto miles de roles”.
Es por eso, en parte, por lo que no le agrada hablar en primera persona. No dice, por ejemplo, “Yo soy una persona muy malgeniada”, sino que acude a la tercera: “Es que Cifuentes es una persona muy malgeniada”.
Referirse a ella misma por su apellido le gusta, y es una costumbre que adquirió de su padre, quien trabajó toda su vida en las fuerzas armadas, y la llamaba de esa forma seca, pero al mismo tiempo cariñosa.
A muchas personas les extraña que utilice la tercera persona para hablar sobre sí misma, e incluso a ella a veces también le suena un poco raro, pues personajes que detesta, como Trump, la utiliza con frecuencia.
Justifica su uso, porque cree que la primera persona le ha jodido la cabeza a la humanidad, al estar relacionada con excesos de autoestima y narcicismo. Precisamente fue por esa razón Que Salman Rushdie escribió el libro Joseph Anton, sus memorias, en la tercera persona, pues al probar con la primera le pareció un ejercicio demasiado vanidoso.
Para evitar caer en un abismo de dudas sobre quién es, Cifuentes decide pensar que es muchas personas al mismo tiempo, es decir, una amalgama de identidades que se traduce en una identidad cambiante y en constante evolución; una pluri-identidad, si es que el término aplica.
No entiende cómo sus amigos y familiares no se dan el chance de experimentar ser otro(s).
Piensa, en fin, que esa conducta nociva, se debe al uso indiscriminado de la primera persona, de anteponer el yo al él o ella.
Por eso ahora trata de aplicar, como máxima de vida, una frase que leyó hace poco: “Conócete a ti mismo, acéptate, pero no seas tú mismo”.