El atleta es flaco. Lleva una pantaloneta roja y una camisa del mismo color con rayas blancas horizontales. También lleva puestos lentes oscuros. 

Antes de arrancar a correr dice algo fuerte, alguna expresión o palabra para darse ánimos.

Es de Qatar y su nombre es Mutaz Essa Barshim. Inicia su carrera con pasos cortos que pronto se convierten en largas zancadas, y justo antes de llegar a la barra salta. 

Ya en el aire acomoda su cuerpo de espaldas y lo arquea para no tocarla.

Cae en la colchoneta, se levanta como un resorte y da un grito de júbilo por haber superado una altura de 2.33 metros en su primer intento.

Un competidor después, el turno es para el italiano Gianmarco Tamberi, que lleva la bandera de su país dibujada en su músculo deltoide y que, como calcando los movimientos de Barschim, también supera esa altura.

Luego suben la barra 2 centímetros y es, de nuevo, el turno para Barshim, que supera la nueva altura, al igual que los competidores de  Corea del Sur,  Australia e Italia.

Suben la barra 2 centímetros más: 2.37 metros. Barshim no tiene problema alguno en superar la nueva altura, al igual que Tamberi.

Luego solo quedan ellos dos.

La altura ahora es 2.39 metros, y ambos competidores fallan en su salto. Tamberi lo intenta una vez más, pero no lo logra.  Están empatados.

Luego de caer en la colchoneta, el italiano sale corriendo a abrazar a Bashim, que sigue con sus gafas negras y ahora lleva puesta una gorra roja.

El juez se acerca y les dice:

Es un empate.  Podemos continuar con los saltos”

“Podemos ser dos oros?”, pregunta Barshim en tono cansado.

“Es posible, si ustedes deciden…”.

Y antes de que el juez termine de hablar, los atletas se miran por un instante y parecen pensar “Nahh, mejor dejémoslo así”, y luego se dan un fuerte apretón de manos.  

Tamberi, lleno de dicha, comienza a gritar y se le encarama a su contendor, luego cada uno coge por su lado. 

Bashrim parece llevar las cosas con más calma, pero Tamberi está eufórico y se tira al piso llorando. 

Luego, las cámaras enfocan de nuevo al catarí, que no aguanta más su compostura y también llora.

Llama la atención cuando a un sistema, el que sea, le aparecen grietas que permiten cuestionar la lógica de la realidad; Grietas que dan opción a nuevas historias.

La competencia de salto en los juegos olímpicos desafió la certeza de que, si hay un ganador, debe existir un perdedor, y mostró un escenario soñado, aquel win win situation del que hablan los gringos.   

Por más rígida que parezca la realidad siempre existirán maneras para transformarla.