Yéndonos a la historia medio reciente de nuestro país, el “Plan Colombia” tiene una trayectoria importante para lo que hoy en día se está viviendo sobre los cultivos ilícitos en la nación, puesto que en ese tratado con Estados Unidos se cometieron muchos errores, viéndose afectados millones de campesinos, al tener que ver cómo sus cultivos de verduras o de frutas, su ganadería y sus animales de campo se iban envenenado con los pesticidas que lanzaban desde las avionetas con el fin de acabar con los cultivos de coca.

En un artículo escrito por la TNI (Instituto internacional de investigación) se reconoce todo el debate entre Estados Unidos y el Gobierno de Colombia, al hacer énfasis en la erradicación forzada por parte de agentes del Estado hacia los cultivos ilícitos. Se tienen en cuenta los “casos de problemas de salud, destrucción de cultivos de pancoger, contaminación de fuentes de agua, perjuicios al medio ambiente, y la deforestación causada por los campesinos en su necesidad de penetrar aún más en los bosques para sus nuevas plantaciones.” (TNI, 2004). En el Acuerdo Final 2 se hacía énfasis en realizar una sustitución voluntaria, y generar así mejores condiciones para ésta por parte de los campesinos y así no verse afectados con este método, que hoy por hoy, vuelve a los campos… la aspersión con glifosato.

¿ERRADICACIÓN O SUSTITUCIÓN?

La sustitución es la forma “pacifista” (puesto que es la manera de realizar un consenso con los campesinos) de llegar a un acuerdo con las comunidades que obtienen sus ingresos gracias a los cultivos ilícitos, “y trata de darles, durante el primer año desde firmado el Acuerdo, a cada familia $1’000.000 de pesos mensuales como remuneración por sustituir, preparar la tierra para siembras legales o trabajar en obras públicas; recibirían también, $1’800.000 para proyectos de auto-sostenibilidad y seguridad alimentaria; por otra parte se entregarían $9’000.000 para proyectos de inicio corto e ingresos rápidos. Hasta el siguiente año después de firmado el Acuerdo estaba la opción de recibir hasta $10’000.000 para financiar proyectos productivos y costear mano de obra, teniendo, para esto, asistencia técnica avaluada en $3’200.000 pesos.’’ (Pardo, R. 2017), pero si no aceptaban estos incentivos que el Estado les otorga, se implementará la acción de la erradicación forzada.

Ya sabemos lo que ha ocurrido en los años siguientes a la firma. Al presente Gobierno no le ha interesado centrar atención en cumplir los Acuerdos. No le ha interesado generar una autosostenibilidad financiera a estos campesinos, que gracias al abandono estatal, se ven obligador a mantener los cultivos ilícitos, ya que es la única forma, monetariamente sustentable, que tienen para subsistir en zonas que también son campos de guerra.

Las comunidades de éstas zonas han pedido por años y años que se les incluya en el programa con el que se espera salir de la ilegalidad, y esperaban que este Acuerdo fuera la verdadera salida de la ilegalidad para poder tener una vida digna, por lo que asumieron y estaban de acuerdo con la sustitución voluntaria, ya que dichos Acuerdos, al inicio, se realizaron con “campesinos que integran la Coordinadora de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana, la cual agrupa a 17 municipios varios de ubicados en la cordillera y la costa pacífica nariñense.” (Caracol, 2017).

Claro que hay motivos por los que el campesinado se ve atraído por la siembra de coca y dejar sus plantaciones de verduras o frutas. Muchos campesinos optan por estos cultivos para dar una mejor forma de vida a sus familias. “Los campesinos de esta zona se involucraron en el cultivo ilegal de coca por múltiples razones, una de ellas es la educación. El Gobierno no brindaba los derechos básicos que todos como ciudadanos merecemos.” (Colombia2020, 2016) Según el testimonio que dieron algunos habitantes de Tumaco a Colombia 2020 en El Espectador.

Las comunidades pedían a gritos una justicia monetaria para ellos, una justicia con la que se vieran beneficiados y atraídos hacia la siembra (nuevamente) de frutas y verduras; quemaban buses y bloqueaban vías protestando por un plan de sustitución que no afectara su economía, puesto que, como muchos integrantes de comunidades en donde la plantación de coca es la forma más viable para salir adelante, tienen a sus hijos estudiando con el dinero que les dan esos cultivos. Aunque si no tienen acceso a la educación, los niños pasan de estudiar a trabajar… ¿Y dónde ganar más dinero en esas circunstancias, que sembrando y cultivando coca?

La falta de oportunidades, o mejor dicho, la forma en la que se evidencia la violencia estructural que sufren algunas zonas del país, produce que las personas se vean de cierta manera obligadas a buscar otras opciones para subsistir. Ahora con este punto del Acuerdo, donde se verían favorecidas económicamente las familias de los cultivadores, el campesinado sí estaba de acuerdo a dejar de cultivar de manera ilícita. Pero se les mintió.

Los cultivos legales en Tumaco no dejan buenas ganancias; Edilberto Sevillano, habitante de Peña de los Santos, le comentó a Colombia 2020 que: “yo he cultivado coca, y cultivo coca, pero ¿Por qué cultivamos coca aquí?, porque aquí nadie tiene recursos, aquí las fincas no son productivas y si son productivas, ¿por dónde se sacan?  Y por lo menos yo tengo a este chino y lo tengo que sostener para darle el estudio como lo hago. Y si uno deja crecer los chinos igual que uno, pues uno pierde todo, se van para la guerrilla para cualquier grupo y ¿Qué hace uno?” (El Espectador, sesión Colombia2020, 6 de julio del 2016).

El abandono estatal a estas familias campesinas también, y bajo mi humilde opinión, es una de las grandes causas de que el problema de los cultivos ilícitos sea eso, un problema en nuestro país. En Colombia se esperaba, con miras de esperanza y alegría, que los Gobiernos posteriores al de Santos apoyaran esta iniciativa y sacara al país de tanta pobreza estructural causada por la ilegalidad, pero sencillamente no ocurrió. Nos metieron los dedos a la boca, y el Acuerdo final 2, luego de varios años, sigue estando en pañales… y creo que ese será el nuevo Peter Pan. Nuestro Peter Pan colombiano.