La semana pasada se llevó a cabo la edición número 46 del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, galardones que el grupo Seguros Bolívar creó como un estímulo para los profesionales del oficio periodístico y un reconocimiento a esta disciplina, que constituye uno de los pilares de la democracia. Dentro de las principales categorías se encuentran: estímulos al periodismo universitario, noticia, periodismo investigativo, crónica, reportaje, entrevista, opinión y análisis, crítica, caricatura, fotografía periodística, multimedia y dos especiales que son, premio a la vida y obra de un periodista y periodista del año. Los encargados de elegir a los diferentes ganadores es un jurado seleccionado por la misma compañía organizadora, donde sus perfiles son destacados en las distintas áreas del periodismo.

Lograr algún reconocimiento en las anteriores categorías mencionadas es para cualquiera que ama y respeta esta profesión como un sueño cumplido, o por lo menos para mí sí lo es. Por este motivo, confirmo con la mayor seguridad que recibir este tipo de premio es el reflejo más real para demostrar que estudiar y ejercer esta profesión es una de las mejores decisiones que existen. Porque el periodismo es un servicio público con el mayor grado de veracidad, respeto, transparencia y toque humano, el último siento que es uno de los más importantes pilares, ya que es el mismo periodista el ser idóneo para exponer las voces de sus fuentes para hacer denuncias, realizar investigaciones que conduzcan a fines útiles para la comunidad y hacer sentir su postura cuando sea necesario en sus propios productos.

Desafortunadamente, la profesión del periodismo cada vez es más subestimada, estigmatizada y censurada por diferentes sectores sociales, encontrándose factores tan desconcertantes como el mal pago que reciben la mayoría de colegas, las pocas ofertas laborales en este gremio, los cotidianos conflictos de interés con los que muchos lidian al instante de publicar algún producto y el aumento de las cifras de censura, incluso amenazas de muerte.

Es insólito que por ejercer la profesión que tanto amas acaben con tu vida, pero informar la verdad se volvió el boleto directo hacia el destino final. De hecho, según el informe anual de 2019 de la FLIP (Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia) Callar y fingir, la censura de siempre “Las intimidaciones a periodistas se han multiplicado desde la firma de los acuerdos de paz. Durante los últimos tres años (2017 al 2019) fueron amenazados 583 periodistas en Colombia”. Además, en este mismo informe se señala que el 2019 cerró con dos periodistas asesinados por razones de su oficio: Mauricio Lezama y Libardo Montenegro. Añadiendo las 137 amenazas, los 66 casos de acoso judicial, los cuatro exilios, los tres secuestros y 303 agresiones más.

Por lo tanto, la FLIP trabaja constantemente para respaldar a los periodistas en su derecho a la libertad de expresión y prensa, y es que es lo más justo ¿no creen? Sin embargo, a muchos implicados en asuntos delicados no les convienen que el valiente periodista denuncie o informe su trabajo. Es aquí donde me cuestiono ¿ejercer el periodismo es una lucha incesante de valentía contra el poder? Realmente sí lo es, porque a parte de comunicar y dar a conocer buenas historias, tu vida está en medio y tu credibilidad también. Por tal motivo, reitero mis felicitaciones a cada uno de los profesionales que lograron este reconocimiento por su labor a la verdad y construcción de un país más democrático, informado y sabio.

Porque detrás de cada historia, fuente, video, sonido, cámara, micrófono, computador, papel o lápiz, existe un ser humano interesado en revelar lo que muchos jamás querrán ver, escuchar o leer. Aún recuerdo mucho una frase que aseguré en mi mente hace unos años “el periodista debe ser muy cuidadoso con su lengua y con sus dedos” y con esto no quiero contradecirme en cuanto a la libertad de expresión, pero sí enfatizar en la responsabilidad con la que contaremos al momento de ejercer nuestro trabajo, ya que después de que nuestra credibilidad y respeto se pierda con nuestro público o audiencia, el camino recorrido no será sencillo de transitar. Por consiguiente, destaco de forma orgullosa el aporte que el periodismo entrega al país y los retos que se deben seguir cumpliendo para que por fin se deje de desestimar la verdad y consolidar a nuestra audiencia en personas que se preocupen por su entorno, se informen con criterio, veracidad y se hagan cuestionamientos frecuentes en cuanto a los asuntos mediáticos y controversiales que surgen en la agenda nacional.