Por: Daniel Felipe Otálvaro R.

Con el regreso a clases que se viene presentando en la ciudad, quizás mencionar un timbre será una pequeña piedra en el arenero, debido a lo habitual y vital que nos quitó la pandemia, pero es que un sonido nos toca los sentidos y nos lleva a una situación en específico, permitiendo revivir una época tan digna como la del colegio. Traigo a mención el tema porque es uno de los acontecimientos banales que se perdieron con la virtualidad.

Entre los sonidos característicos se encuentran el habitual campanazo, unos que se asemejan a tinterillo de recepción o al de sirena de emergencia. Cuando fuimos adolescentes y parte de una comunidad estudiantil, ese sonido nos acompañaba a diario, en otras palabras, nos señalaba si estábamos tarde o temprano, también el final de una clase eterna; ni que decir cuando se convertía en el mayor aliado en una revisión de cuaderno y estabas a mitad de lista. Ese timbre manejaba su propio lenguaje, debido a que se podía interpretar, un campanazo, dos toques y hasta tres, era de lo simple y común. Ahora una clase termina con una frase a mitad de pantalla que dice: Fin de sesión.

Son muchos los niños y jóvenes que se han cansado de estudiar solos frente a una computadora, un teléfono inteligente o pidiendo prestado el cuaderno a quienes cuentan con los recursos para estar online diariamente y es que, si la palabra para definir la educación el año pasado fue reinventarse, la del 2021 es alternancia, no se puede seguir dilatando el regreso al salón de clase. El entorno y quienes lo conforman hacen parte del proceso de aprendizaje, lo dinamizan e igualmente lo convierten en experiencias significativas, las mismas que nunca se nos olvidan, ¿Quién no recuerda una exposición propia o de un compañero? o ¿Acaso el profesor nunca les pidió un numero para sacar a alguien al tablero?

Es la educación tradicional la que se reclama, la cual permita volver a sentir; angustia de que le pregunten y no saber, flojera al percatarse de haber dejado el cuaderno, tranquilidad de llegar con las tareas hechas, adrenalina al pedir copia y escribir al ritmo de la asistencia. Volver permitirá revivir ese momento de pena de llegar al salón, ver la puerta levemente ajustada, entrar lentamente y que te reciban con: – Buenas noches joven. Hechos que parecieran aislados a lo estrictamente académico, pero que lo constituyen de forma holística e integral para el sujeto en formación.

Para este primer semestre del año la educación es el segundo reto más importante del país, después del plan de vacunación, porque no se trata de volver a reabrir las puertas de las escuelas y colegios, sino de recuperar y motivar a estudiantes que cancelaron sus estudios desde el inicio de la pandemia a finales de marzo pasado. En Colombia aún no se tiene una cifra exacta de deserción escolar. Volver también significa ponerse el uniforme completo, conllevando a la revisión de las medias, el brillo en los zapatos y las arrugas en la camisa. Por último, con la alternancia se volverá a la alegría de escuchar la campana al final de una jornada escolar.