A inicios de los 90 la antigua Yugoslavia estaba conformada por seis repúblicas, 5 nacionalidades, 4 lenguajes, dos alfabetos, y convivían en ella: Musulmanes, Católicos, Cristianos y Protestantes.

Diferentes grupos étnicos se peleaban para poder ejercer el control total. La paz no duró mucho y la guerra finalmente explotó.

El 27 de Mayo de 1992 hace una mañana fresca en Sarajevo. La ciudad está sitiada por fuerzas militares bosnio-serbias que bombardean la capital sin clemencia alguna, y tienen ubicados francotiradores que disparan a los civiles.

Cerca de la casa de Vedran Smailović, el Chelista principal de la ópera de Sarajevo, un proyectil hace impacto justo en frente de una fila de personas que quieren comprar pan fresco. 22 mueren y más de 100 resultan heridas.

Para Smailović hay días en los que el sonido de una explosión lo despierta en la madrugada.  Al principio le molestaba, pero ya, de cierta forma, lo incorporó en su rutina. Si eso no sucede, igual se despierta temprano. La guerra en el corazón de su ciudad lo hace estar siempre alerta.

A cualquier hora del día se escucha como alguien grita  Pazite, Snajper! (¡Cuidado francotirador!). El músico se asoma con cautela por la ventana, y ve cómo las personas, que se dirigen a sus casas o a buscar víveres, corren a resguardarse detrás de una pared o de un camión militar de los cascos azules de las Naciones unidas.

El sonido de un disparo les indica que es momento de correr para cruzar la calle de una esquina a la otra, pues señala el inicio del corto lapso de tiempo que tienen para actuar, mientras el tirador recarga su arma.

Al día siguiente del atentado, y en busca de una manera de contrarrestar el caos, el propio y el de la ciudad, Smailović se levanta y se alista, come algo y luego se viste con el esmoquin que utiliza en sus presentaciones como chelista principal de la ópera de su ciudad.

Antes de salir de casa toma su instrumento, una silla plegable, y luego se dirige al lugar del atentado.  

Allí alista la silla, saca su chelo y comienza a tocar el Adagio compuesto por  Tomaso Albinoni, mientras las explosiones y los disparos continúan.

Esa pieza fue encontrada entre los escombros de un edificio en Dresden por el músico Remo Giazzotto, quien se encontraba allí durante la Segunda Guerra Mundial.  Gizzotto creyó que pertenecía a Albinoni y como no la encontró completa, estudió el resto de sus composiciones para terminarla.   

Smailović decide repetir el mismo ritual durante 22 días seguidos, con el fin de honrar a las víctimas del atentado.  

Cada día, luego de terminar su interpretación, de responder con notas a las balas, recoge sus cosas y se devuelve a la seguridad de su apartamento.