octubre 2, 2019

Por: Jorge Andrés Villegas.

Creo que a estas alturas, la mayoría de los lectores de esta columna conoce a través de estos inconscientes relatos a doña Mary Ruiz de Villegas. Pero muy pocos han escuchado hablar de la otra mitad que le dio vida a esta carnita y a estos huesitos* y que a su vez era la otra mitad de doña Mary: Don Jorge Villegas Montoya, conocido mas popularmente con sus remoquetes de don Georges, Villeguitas, el paisa, el gordo de oro, etc.

Don Jorge fue una de las personas que yo mas admiré y que sigo admirando, a pesar que ya no está conmigo por, múltiples razones: Sabía de todos los temas, me hacia reír a carcajadas, pero sobre todo admiraba de él cómo sencillamente había renunciado a sufrir por cosas sin mayor significado y también por personas sin importancia.

Mi papá usaba continuamente la alegoría del burro vivo y el gallinazo hambriento, o para significar que nada de lo que tenemos o hacemos es tan importante si antes de ello ya existíamos plenamente, y que perder el miedo a perder, es el primer caso para conservar lo que queremos y ganar lo que anhelamos.

Algunos empresarios pueden tener clientes que creen indispensables, pero que agotan varios recursos del negocio, especialmente la paciencia del dueño. Sin embargo no se atreven a dejarlo por miedo a quitar ese ingreso de la parrilla. En este punto vale la pena hacerse las tres preguntas del tamiz Villeguistico (tiene nada que ver con los tres tamices de Sócrates): ¿El cliente me paga cumplido? ¿El cliente me paga proporcional al trabajo realizado? Y, sobre todo: ¿Atender este cliente me hace feliz? Si al menos dos preguntas no son lo esperado, entonces el momento de decirle a ese cliente que “chao y que muchos éxitos”, ya que no tenerlo no va a generar afectación alguna y, por el contrario, ese puesto libre estará destinado para otro cliente mas similar al perfil deseado.

Mientras escribo esta columna, veo sonriendo a mi papá con un café en la mano y diciéndome este refrán, válido para el amor adolescente perdido, el 1.0 de un examen escrito o el negocio deshecho.

*Uribistas y antiuribistas estarán de acuerdo que la frase es simpática