Fotografías en las que una densa capa de contaminación no deja ver el sol en pleno día eran habituales la pasada década en China. Ya no.

El país redujo la cantidad de partículas dañinas en el aire un 40% entre 2013 y 2020, según el informe presentado en junio por el Instituto de Política Energética (EPIC) de la Universidad de Chicago, que realiza mediciones satelitales.

Es el mayor descenso de polución en el ambiente en un país en un lapso tan corto.

De hecho, a Estados Unidos le llevó tres décadas alcanzar un objetivo similar desde la histórica Ley de Aire Limpio de 1970.

¿Cómo lo ha logrado China en tan poco tiempo?

Al borde de lo irrespirable

Para responder a esa pregunta primero nos tenemos que remontar a 2013, cuando la contaminación del aire en el país asiático alcanzaba niveles extremos.

Ese año China registró un promedio de 52,4 microgramos (µg) por metro cúbico (m3) de partículas contaminantes PM2.5, diez veces más que el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la actualidad.

Las partículas finas PM2.5, que provienen de la combustión de materiales o combustibles fósiles, son muy dañinas para la salud por su alta capacidad de penetración en las vías respiratorias.

“En aquel momento Pekín experimentó lo que llamamos un ‘airpocalipsis’, con eventos de contaminación extrema que concienciaron a la gente sobre el problema”, explica a BBC Mundo Christa Hasenkopf, directora de programas de calidad del aire del EPIC y coautora del estudio.

Ante la gravedad de la situación, el gobierno chino declaró la guerra a la polución del aire.

A finales de 2013 activó el Plan de Acción Nacional de Calidad del Aire para reducir la contaminación en un período de cuatro años con un generoso presupuesto de US$ 270.000 millones, a los que se sumaron otros US$ 120.000 del ayuntamiento de Pekín.

La batalla contra el carbón

Ese plan fijó objetivos específicos para reducir la polución un 35% en los siguientes cuatro años.

Y el enemigo número uno fue precisamente el mineral que hizo posible la rápida industrialización china desde el último cuarto del siglo XX y principal fuente de energía del país: el carbón.

El gobierno prohibió la construcción de nuevas plantas de carbón en las ciudades y regiones más contaminadas y forzó a las existentes a reducir emisiones o cambiarse al gas natural.

Solo en 2017 se clausuraron 27 minas de carbón en la provincia de Shanxi, la mayor productora de este mineral en China.

En enero de 2018 cerró la última planta de carbón en Pekín, mientras el gobierno chino canceló los planes de construcción de otras 103 centrales.

Aunque el carbón sigue siendo la principal fuente de electricidad de China, ha pasado del 67,4% de la producción total en 2013 al 56,8% en 2020, según datos oficiales del país.

Para compensar la descarbonización, el gobierno chino también aumentó la generación de energía de fuentes renovables.

Lo hizo hasta el punto de que en 2017 las renovables representaron una cuarta parte del total de la generación eléctrica del país, superando incluso a Estados Unidos, donde la cuota fue del 18% ese mismo año.

También ha promovido activamente la energía nuclear: entre 2016 y 2020 duplicó su capacidad hasta 47 gW con 20 nuevas plantas y para 2035 planea alcanzar los 180 gigavatios, casi el doble de la potencia actual de Estados Unidos.

Restricciones a automóviles

Otra de las medidas fue reducir la capacidad de producción de hierro y acero en la industria: solo entre 2016 y 2017 rebajó 115 millones de toneladas.

Y, por supuesto, puso en el punto de mira a los vehículos con motor de combustión.

En Pekín, Shanghai, Guangzhou y otras ciudades grandes se restringió la cantidad de automóviles en circulación con cuotas diarias y se limitó el número de matrículas nuevas cada año.

Esto no impidió que los automóviles en activo en China pasaran de 126 millones en 2013 a 273 millones en 2020, según datos oficiales.

Eso sí, con menos emisiones: el gobierno endureció los estándares y a finales de 2017 suspendió la producción de 553 modelos de vehículos locales y extranjeros que contaminaban demasiado.

Énfasis en las principales ciudades

“Estimamos que China en su conjunto ganará 2 años en su esperanza de vida promedio si los ciudadanos continúan respirando un aire más limpio en relación con los niveles de 2013”, indicó la directora de programas de calidad del aire del EPIC.

Hasenkopf destacó que la mayoría de las principales ciudades del país han logrado reducir su polución más que la media nacional del 40% entre 2013 y 2020.

En Shanghai las partículas decrecieron un 44%, en Guangzhou un 50%, en Shenzen un 49% y en Pekín un 56%.

“Los ciudadanos de las cuatro ciudades respiran un aire significativamente más puro”, indicó.

Y más planes

Al programa de cuatro años de 2013 siguieron otros dos planes trienales para combatir la contaminación del aire, uno en 2018 y otro en 2020, que han endurecido aún más las medidas de control de emisiones.

Por otro lado, las restricciones y confinamientos por la covid-19 redujeron la actividad industrial y el transporte, lo que se tradujo en un descenso de la polución.

Preguntada por si quizá esto había influido en el resultado del estudio, Hasenkopf respondió que el impacto de la pandemia no se evaluó de forma específica.

Aseguró, sin embargo, que “los datos de 2020 en China parecen encajar en general con una tendencia constante de disminución de los niveles de contaminación desde 2014”, por lo que restó importancia al factor covid.

China comparada con el mundo

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Pese a los esfuerzos de los últimos años, China aún tiene mucho camino por recorrer para limpiar los cielos de sus ciudades.

La polución en Pekín es de 37,9 µg/m3 en promedio, cifra muy superior a los 6,3 µg/m3 de Nueva York, 9 de Londres, 6,9 de Madrid o 20,7 de Ciudad de México, según los datos satelitales más recientes.

Aún así, el estudio de la Universidad de Chicago estima que los habitantes de la capital china vivirán un promedio de 4,4 años más que en 2013 gracias a las recientes reducciones de partículas contaminantes.

En otros lugares la situación es mucho peor: en Nueva Delhi la contaminación alcanza 107,6 µg/m3, más de veinte veces el límite de 5 µg/m3 recomendado por la OMS.

Bangladesh, India, Nepal y Pakistán son los países donde el aire es más irrespirable, mientras China, que en la pasada década se incluía entre los cinco primeros, ocupa hoy el puesto número 9 con 31,6 µg/m3, según los últimos datos satelitales de 2020.

Estados Unidos promedia 7,1 µg/m3. Y en la región latinoamericana Guatemala, Bolivia, El Salvador y Perú están entre los países con mayor contaminación ambiental con niveles entre 20 y 30, mientras el resto se sitúan en su mayoría entre 10 y 20.

Lo cierto es que no mucha gente en el planeta puede decir que respira aire puro: el 97% de la población mundial vive en lugares donde la calidad del aire rebaja los estándares de la OMS.

“Vivimos vidas más cortas por la contaminación del aire que respiramos: estimamos que debido a esta se pierden más de dos años de esperanza de vida promedio en el mundo”, afirma Hasenkopf.

“Esta carga en nuestras vidas es mayor que la del VIH/Sida, la malaria o la guerra”, sentencia.

La coautora del estudio asegura que el mejor recurso para reducir la contaminación del aire no son los avances tecnológicos, sino “una voluntad política y social sostenida para impulsar, financiar y hacer cumplir las políticas de aire limpio”.