
No necesitas que te muerda una araña radioactiva. La filosofía sobre ser Spider-Man tiene mucho más que ver con la experiencia de ser humano.
Por: Jordy Bejarano
Peter Parker, Gwen Stacy, Miles Morales, Jessica Drew, Hobie Brown, Miguel O’Hara… ¿Qué dirías si te preguntara qué tienen en común todos estos personajes? Seguramente si viste la cinta Across The Spider-Verse o si eres un lector frecuente de Marvel Comics, tu respuesta sería que ellos son Spider-Man y ellas Spider-Woman; y no te equivocarías. Ahora, ¿sabrías decirme qué hay detrás de eso? ¿Qué significa ser Spider-Man?
Stan Lee solía decir que creó al personaje de Spider-Man pensando en la audiencia. Su objetivo era hacer de él lo más humano posible para que los lectores se sintiesen identificados y representados dentro de las historias. Por esa razón, creó a Peter Parker como un tipo que trata de hacer lo correcto, un individuo que intenta ser decente, aunque el mundo a su alrededor esté olvidando el significado de esa palabra. Tal vez no se haya formado en todo tipo de ciencias y artes marciales como Batman, pero sus tíos le inculcaron principios y valores que se convirtieron en la esencia de Spider-Man.
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Durante sus aventuras, Spider-Man trata de promover esos valores en su otredad. Sin embargo, él no lo hace simplemente porque fue educado de esa manera, sino porque siente que es su responsabilidad. En la mente de Peter Parker, él le falló a sus principios cuando hizo un mal uso de los dones que la mordedura de la araña le otorgó, y ello causó de manera indirecta la muerte del tío Ben. Esto nos dice que las acciones de Spider-Man, por nobles que sean, están cargadas de un sentimiento de arrepentimiento y una búsqueda incesante por deshacerse de la culpa y el desprecio por sí mismo, emociones que son profundamente humanas.
La historia de los otros Spider-Man no es muy diferente. Gwen Stacy se culpa por no haber podido salvar al Peter Parker de su universo, Miles Morales perdió a su tío y se vio obligado a aceptar el manto de Spider-Man tras la muerte de Peter Parker, y Miguel O’Hara fue testigo de la destrucción de una dimensión entera debido a sus acciones.
Es gracias a estos momentos trágicos que todos los Spider-Man, a pesar del contexto y a pesar de los hechos, llegan a la misma conclusión: un gran poder conlleva una gran responsabilidad; adaptación moderna de la frase bíblica “al que mucho se le ha dado, mucho se le reclamará”.
Esto me hace pensar inevitablemente en la mitología comparativa. En su libro Introducción a la lógica de la comparación en mitología, el historiador José Carlos Bermejo Barrera define la mitología comparativa como el estudio de mitos procedentes de culturas diferentes, en un intento por identificar temas y características comunes entre ellas, como las preguntas sobre el origen del universo o la presencia de deidades similares entre mitologías creadas por sociedades que nunca se encontraron.
La razón por la que traigo a colación este término está ampliamente relacionada con los elementos comunes en la historia de Spider-Man, como la picadura de una araña o la tragedia. Me explico: si a pesar del contexto, todas las sociedades humanas han llegado a conclusiones similares sobre el origen del universo y la naturaleza divina de los planetas, es apenas lógico pensar que todas las diferentes versiones de Spider-Man también llegarían a la misma conclusión a pesar de la diversidad de sus historias. A la larga, lo que hace especial a estos personajes no son sus poderes, si no su humanidad, porque gracias a ella es que existe la idea de que cualquiera puede ser Spider-Man.
Y sí, es ahí donde está la verdadera riqueza del personaje, en la noción de que cualquiera podría serlo. Volvamos a la historia del Spider-Man clásico: Peter Parker era un joven común y corriente, que fue mordido por una araña radioactiva. Este fue un suceso absolutamente aleatorio. De ahí que creamos que podemos ser Spider-Man, porque nos gusta pensar que podríamos ser esa persona aleatoria, y que haríamos lo correcto con nuestros poderes arácnidos, al igual que Peter.
Así, Spider-Man obtiene un carácter aspiracional con el que ningún otro gran superhéroe cuenta. La historia de Superman se siente aspiracional, pero sabemos que es imposible, porque no somos alienígenas provenientes de un mundo perdido. Pero sí podríamos ser un Peter Parker, porque lo que hace especial a este personaje y a sus otras variantes, es que es igual a cualquier otra persona.
El pináculo de la poesía en la historia de Spider-Man llega con la cinta Across The Spider-Verse, donde se nos dice que Miles Morales no estaba destinado a convertirse en Spider-Man. Eso le da aún más vida a este concepto, porque nos permite darnos cuenta de que, a pesar de lo que el resto de las versiones de Spider-Man del multiverso piensan, Miles es la prueba de que la de Spider-Man no es una historia escrita por el destino, si no que es la historia de un ser humano cualquiera que decide hacer lo correcto.
En estos elementos es donde encontramos el valor de historias como Into The Spider-Verse y Across The Spider-Verse. En la primera, Miles descubre (junto a los espectadores) qué significa ser Spider-Man a través de la experiencia de otras versiones del personaje, mientras que en la segunda se nos reafirma la idea de que para ser Spider-Man, lo importante no es si estás destinado o destinada a serlo, si no tomar la decisión consciente de hacer lo correcto porque sientes que es tu responsabilidad.
De esta manera, la respuesta al título de esta columna es que sí, cualquiera puede ser Spider-Man. No necesitas que te muerda una araña radioactiva. La filosofía de ser Spider-Man tiene mucho más que ver con la experiencia de ser humano, con el deseo de hacer el bien en una sociedad cada vez más enferma. Como dijo el escritor estadounidense Walter Mosley: “La filosofía de ser Spider-Man está basada en el principio de hacer lo correcto en las circunstancias correctas.”
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