Por: César López
Publicado: noviembre 9 de 2007

En una conferencia en la Universidad Autónoma de Occidente, Jaime Garzón se refería al pesimismo como una condición cómoda que asumimos frente a la vida, (todo profesor universitario de humanidades que se respete, le ha pasado el video a sus estudiantes, tal vez porque logra decir más que ellos. Pueden encontrar apartes en www.youtube.com), entonces decía Garzón: “Yo no he visto ciudadanos del mundo más cómodos que los colombianos, somos comodísimos. La ley del menor esfuerzo. Pero eso sí, un pesimismo que ‘a las ocho es la cita, pero para qué llego a las ocho si nadie va a llegar’, entonces nadie llega a las ocho”. No solamente somos pesimistas frente al tiempo, asumimos el tema de la impuntualidad como una costumbre, como un sinónimo de ser colombianos.

Entonces adelantamos el reloj, pero igual sabemos que esa no es la hora. Los congresos y seminarios dicen que empiezan a las ocho, citan a la gente a las siete y media pero empiezan a las nueve. Las clases de siete empiezan media hora después. El avión sale tarde. Nos incumplen la cita. De igual manera, el problema de no cumplir con los tiempos lo vemos cuando tenemos un compromiso a largo plazo como es la entrega de la tesis. Sabemos que tenemos un año para la entrega final y la hacemos tres meses antes a punta de trasnocho y tinto. Pedimos plazos para la entrega de trabajos finales sabiendo que al principio de semestre se acordaron las entregas y conocíamos la fecha del parcial. Somos expertos en hacer las cosas a última hora, en andar a las carreras y comprometernos con más cosas de las que podemos hacer.

Nos encanta hacer pachorra, lo que podemos hacer en una hora de trabajo concentrado lo hacemos en un medio día. Las reuniones se alargan y siempre decimos que el tiempo no alcanza. Los colombianos sufrimos en algunos países del norte donde las jornadas de trabajo son más cortas que las nuestras, pero intensas. En una empresa tener que ir a sacar una fotocopia o servirse un tinto puede ser una tarea que dure varios minutos por pura “mamadera de gallo”.

El país pierde mucho tiempo por concepto del incumplimiento, por vender falsas promesas, por irrespetar a los pocos cumplidos, por comprometernos a vainas que no se van a hacer. Se pierde mucha plata debido a eso, por esa mala costumbre de pensar que el tiempo es infinito, que es una vaina que abunda y que podemos sentarnos mientras las cosas van pasando. El costo social es demasiado alto, sabiendo que es cuestión de actitud y respeto.

Entonces la comodidad de la que habló Jaime Garzón en aquella charla, ese concepto de “vividero” con el que muchas personas se refieren a Colombia y esas malas costumbres como el incumplimiento, hacen que cada vez nos alejemos de lograr un verdadero cambio en nuestro país. O a lo mejor será que las cosas son así, tomémoslo con frescura y no pensemos en nuestros problemas porque “Dios proveerá”, tengamos en cuenta que “no hay mal que por bien no venga”, que “más vale malo conocido que bueno por conocer” y “otro día será”. Entonces, más tarde lo hacemos, qué pereza.