Cuántas cosas se pierden por el miedo…

Por: Katalina Sánchez (Shela)

Tras bajarse del tren, sus miradas de repente se cruzaron y sus mentes quedaron en blanco por unos cuantos segundos. Sus sonrisas se dibujaron por cortesía, luego cada uno se fue por su lado.

Dos semanas después se reencontraron en un café: él iba por un pan de $2.000 y ella por un capuchino para calentar su día frío. De nuevo, sus miradas se volvieron a cruzar, pero esta vez sus bocas no expresaron nada; debido a que cada cerebro estaba concentrado en su rollo, apurado y afanado.

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Sin embargo, al hombre se le cayó algo del bolsillo, por lo cual ella, sin pensar, lo alcanza en la calle y le entrega el objeto… Ahí ambas manos se congelaron en el tiempo, sus miradas se entrelazaron: decían mucho y nada, él apenas dijo un rápido “gracias, desconocida”… Eso fue lo único que salió de aquellos coloridos labios.

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