Definitivamente es difícil imaginarse teniendo el poder y escribir con total precisión sobre lo que haríamos con él. La historia registra que, casi siempre, los hombres que lo han ostentado lo han usado únicamente para su propio beneficio, o para el lucro de sus familias y su círculo de amigos, encargados incondicionales de perpetuarlos en el poder.
Existen muchos tipos de poder y algunos déspotas han creído y actuado como si el suyo fuera un súper poder, que incluye todos los demás: se han creído dioses y han mandado a la guerra a sus pueblos, se han creído dueños de sus países y los han dejado en la ruina, se han creído dueños de la razón y han destruido sus naciones.
Si yo pudiera acceder al poder divino sólo pediría la sabiduría necesaria para obrar con justicia, para diferenciar sin titubeos entre el bien y el mal, para actuar con fortaleza y rectitud ante cualquier situación, requisitos indispensables para atreverme a poseer cualquier otro poder. Y si me fuera concedido el poder de un gobernante pondría todos los recursos en la educación de los niños y los jóvenes, fortalecería cuanto fuere necesario el presupuesto para los jardines infantiles, los colegios y las universidades, les reformaría sus salones para que fueran verdaderos templos del saber, transformaría sus campus. Construiría parques al interior de los pueblos para que pudieran ir allí los niños, ya que los colegios, absurdamente, son construidos con zonas lúdicas tan reducidas, que generan pereza de ir a la escuela.
Le aumentaría el sueldo a los maestros, tanto que los buenos profesionales desearían enseñar. Es imposible que un mal maestro eduque bien a nuestros hijos, quienes alcanzan parte de su nivel intelectual gracias a la enseñanza recibida en las aulas de clase.
No dejaría que los niños se queden sin asistir a clases, premiaría a la mayoría de aquellos que sientan pasión por el saber y deseen ir a la universidad; becaría a todos los que pueda y buscaría apoyo para los demás. Las rutas escolares serían divertidas, seguras y gratuitas; crearía rutas con jeeps para las fincas más alejadas. Esos, los niños del campo, serían los más privilegiados.
Todo en esa sociedad giraría en torno a la educación, para que los niños aprendan a ser innovadores, porque se puede aprender a ser innovador al igual que se aprende a sumar o a leer, la única condición es tener ganas ¡y a los niños les sobran! Tendríamos programas para guiar a los padres en el proceso educativo, programas para fortalecer las competencias de los profesores, programas para apoyar a nuestros niños en sus preferencias deportivas, en sus inclinaciones artísticas y académicas.
Tendríamos escuelas con énfasis en deportes o en música, danza y teatro, en pintura y literatura y escuelas especializadas en matemáticas, biología, geografía o robótica. Haría todo lo posible para que todos los niños de mi Valle amado tengan las mismas oportunidades que un niño rico de familia culta, para que nuestros niños aprendan a soñar con lo que aún no existente y aprendan a vivir para hacerlo realidad, para que crezcan siendo respetuosos de la vida, enamorados de la vida.