Por: Jonathan Tangarife.

En mi columna anterior demostré mi rechazo hacia el retorno a la presencialidad en las instituciones educativas de todo tipo, principalmente desde el punto de vista de los reportes de contagios y muertes por COVID-19 desde hace unos meses para acá. Ahora bien, ¿qué sucede si a lo anterior se le agrega el hecho de que hoy en día sigue habiendo cientos, o incluso miles de escuelas que ni siquiera cuentan con un baño ni salones dignos, y cuyas pobres infraestructuras siguen estando de pie por obra y gracia de una fuerza superior?

La situación de varias escuelas urbanas a lo largo y ancho del territorio nacional es preocupante, pero si nos remitimos a las escuelas de la ruralidad, veremos que el problema ya tocó fondo desde hace muchos años. El presidente de la Asociación de Institutores de Norte de Santander (Asinort), Juan Carlos Peña, hace unos meses afirmó que en esta parte del país (Norte de Santander y alrededores) siguen siendo muchos los colegios que se hallan en situaciones precarias, colocando como ejemplo colegios con infraestructuras viejas que no han sido remodelados y pequeñas instituciones que albergan aproximadamente 52 estudiantes por salón, por lo que no veía con buenos ojos la propuesta del modelo de alternancia que se estaba proponiendo por esos días.

“El año pasado supimos que la administración municipal tuvo unos recursos para invertir en las instituciones educativas y nos parece lamentable que ninguna inversión se hizo”, afirmó el presidente de Asinort. He aquí el otro problema: la corrupción; ¿adónde van a parar todos los recursos que, se supone, son dirigidos a intervenir este tipo de instituciones? Sencillo, todo esto va a parar a los bolsillos de particulares, más específicamente de quienes siguen formando parte de la clase política más rancia y sucia de este país.

En la zona rural, por ejemplo, solo el 37 % de los colegios posee servicio de agua potable, ¡HÁGAME EL FAVOR! ¿Y así quieren retornar a la “normalidad académica”, aún sabiendo que muchos niños y niñas ni siquiera podrán lavarse las manos constantemente, siendo este uno de los factores más importantes del autocuidado?

Hay niños, niñas y jóvenes que siguen teniendo que salir de sus casas con 3 horas de anticipación para llegar a sus escuelas, recorriendo trayectos casi que suicidas en muchos casos, atravesando, por ejemplo, acantilados por medio de tablas. Pero acá lo importante para este gobierno putrefacto es hacer parecer que todo está bien y que la situación en el país cada vez mejora más, pues no, señoras y señores; en Colombia cada día estamos peor por culpa de los miserables “gobernantes” que tenemos, y el tal retorno a la presencialidad no es más que una clara muestra de que lo que menos le importa a esta gente es la vida de su pueblo. La presencialidad es importante, sí, pero más importante es salvaguardar la vida de l@s colombian@s manteniendo, al menos por ahora, la virtualidad escolar, garantizando el acceso a internet y los equipos necesarios a quienes no cuentan con ellos, y posteriormente garantizando condiciones óptimas de infraestructura para el regreso a clases presenciales cuando la gran mayoría de nuestra población esté vacunada. Recuerden: bajo la situación actual, presencialidad es sinónimo de muerte.