Por: Jonathan David Tangarife Quintero.

Todos aquellos que han estado o están en una universidad y la han aprovechado en todos los sentidos, concordarán conmigo en el hecho de que la alma mater nos proporciona variadas y enriquecedoras experiencias que abren nuestros ojos y nos invitan a replantear concepciones sociales, políticas, éticas, etc., que ya teníamos interiorizadas y que, en algunos casos, estaban erradas. Pues bien, de esta función específica es de la que quiero hablar: la función social de la universidad.

Inicialmente, cabe recalcar que el acceso a la universidad y a la educación superior son un derecho humano universal, tal y como se menciona en la Declaración Final de la Conferencia Regional de Educación Superior del Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, reunida en Cartagena de Indias en el 2008, por lo que, en un mundo ideal, no debería ser tan difícil acceder a este derecho.

Una vez aclarado lo anterior, es pertinente citar lo dicho por el filósofo e investigador Juan María Parent sobre la función social de la alma mater: “la función social de la universidad es, ante todo, la formación del hombre (ser humano) con todo lo que implica cultura, ética, compromiso social y político”, he aquí todo lo que estas instituciones educativas brindan además del conocimiento teórico-práctico: la formación del ser humano como agente social y político, la conformación ética y moralmente correcta de profesionales en todas las ramas del saber.

Y es que, desde mi experiencia personal, puedo confirmar que lo planteado por Parent es totalmente cierto; si realizo un paralelo entre mi vida y los pensamientos sociales y políticos que tenía antes de ingresar a la universidad y los que tengo ahora, casi dos años y medio después, dejaría una diferencia notoriamente positiva como conclusión, ya que, si bien es cierto que no todos mis pensamientos estaban errados, de igual manera la universidad me ha ayudado a solidificar mucho más las concepciones buenas, y a cambiar las malas.

Como conclusión, me gustaría invitarlos a que aprovechen la experiencia universitaria al máximo, no solo en lo referido a la adquisición de conocimientos, sino también en cuanto a lo social y todo lo que esto trae consigo. Y si en tu caso aún no estás en la universidad, pero quieres estarlo, te invito a que persigas ese sueño universitario y a que encuentres la manera de empezar tus estudios superiores, aunque en algunas ocasiones parezca algo utópico en Colombia. Esquirlas: cabe aclarar que, según Fundéu (Fundación del Español Urgente, asesorada por la RAE) la locución latina “alma mater”, en este caso va antecedida por “la”, debido a que, a diferencia del castellano, en latín “alma” es un adjetivo que significa “que alimente”, por ende, la regla de emplear el artículo “el” antes de un sustantivo femenino que comienza con “a” tónica, no aplica en esta situación.