Desde hace varios días he visto y escuchado cómo la gente de mi país se indigna y pone el grito en el cielo por los aberrantes hechos de xenofobia presentados en Chile contra habitantes venezolanos, colombianos, peruanos, etc., de ese país. Pero, ¿se les olvida lo racistas, homófobos y xenófobos que suele ser la mayoría de los colombianos?

Este fin de semana el mundo fue testigo de cómo algunos chilenos maltrataron e insultaron a personas venezolanas, colombianas y peruanas (principalmente) que se encuentran viviendo en situación de miseria en esa nación… Y sí, eso es algo digno de generar furia, indignación y frustración; es algo inaceptable y totalmente reprochable, pero no olvidemos lo que, sobre todo los venezolanos, los homosexuales, los indígenas, los campesinos y los afrocolombianos, tienen que padecer diariamente en nuestra hermosa e intolerante Colombia: discriminación por aquí, y discriminación por allá.

En Colombia somos expertos viendo la paja en el ojo ajeno, cuando acá muchos individuos suelen ser iguales o peores que los chilenos que realizaron aquella horrible manifestación. ¿Cuántas personas de las que están leyendo esta columna no han escuchado en algún momento cómo algún miembro de su familia (cercano o lejano) habla mal de los homosexuales o de los venezolanos, por ejemplo? Estoy casi seguro de que el 90 % (como mínimo) ha sido testigo de este tipo de incomodidades; digo “incomodidades”, ya que, al menos en mi caso, me siento supremamente incómodo teniendo gente a mi alrededor que no respeta la diferencia y que no llega ni a tolerarla, siempre basándose en delirios de superioridad que los hacen sentirse mejor que los demás: patético.

Expresiones como “veneco”, “marica”, “maricón”, “es que negro tenía que ser”, etc., son pura y física discriminación, aunque haya gente que pareciera no creerlo. Lo más preocupante del caso es que estamos hablando de una discriminación latente, discriminación en la que muchas personas ni siquiera saben que están cayendo. Nuestros dirigentes tampoco ayudan a que esto mejore, al contrario, lo único que hacen es empeorar esta situación: “gobernantes” como Claudia López, por ejemplo, quien irónicamente es homosexual, es de las que más han generado que las minorías sean estigmatizadas, tachando una vez tras otra a todos los venezolanos como delincuentes, y afirmando que la inseguridad de Bogotá se debe plenamente a ellos.

Espero con ansias que llegue el día en el que tod@s nos aceptemos y respetemos entre nosotr@s tal y como somos. Ansío que llegue el momento en el que no debamos pedirle permiso a X o Y personas para ser lo que queremos ser, ni para hacer lo que nos gusta hacer. Anhelo que llegue la época en la que tod@s seamos concientes de que el cuerpo de cada uno es el cuerpo de cada uno y NADIE debe entrometerse en lo que hagamos o dejemos de hacer con él, siempre y cuando no perjudiquemos directamente a quienes nos rodean. Tendré una felicidad casi que plena cuando el siguiente fragmento de la canción “Aceptas” de Canserbero se cumpla a cabalidad no solo en el ámbito del racismo, sino en todos los ámbitos de diferencia como tal:

“Esta es mi canción, tal vez no es la mejor del mundo
Pero es la canción que cree en que podemos vivir juntos
Los blancos, negros, amarillos o rojos
Y el color de piel no importe más que el color de tus ojos”.