De la pasión al desamor y de la lujuria al odio, así fue la relación de Napoleón y Josefina. Napoleón Bonaparte le pidió a Josefina que no se bañara mientras él estaba en batalla.

Durante la revolución francesa que se dio entre 1789 y 1799, el militar Napoleón Bonaparte no solo se encargó de liderar la batalla que trajo diversos periodos de violencia y una convulsión para dicho país, sino que también fue un ‘Romeo’ con una lengua endulzadora de oídos femeninos.

El emperador tuvo dos esposas y una cantidad incontable de amantes en el transcurso de su vida. De hecho, varios reportes históricos aseguran que Bonaparte veía a las mujeres con una función específica.

“No se debería ver a las mujeres como iguales a los hombres. De hecho, solo son máquinas de hacer bebés”, se lee en su biografía que fue escrita por Andrew Roberts, quien también afirmaba que Napoleón siempre demostró un desapacible sexismo.

Napoleón Bonaparte y una intensa actividad sexual

En aquellos inicios del siglo XIX, el machismo dominaba el mundo, especialmente en Europa, ya que a las mujeres no se les permitía realizar tareas diferentes a las del hogar, la justicia no era justa con el género femenino y ellas únicamente debían obedecer órdenes de sus maridos.

Ni temas políticos ni económicos podían ser parte de las cotidianidades de las féminas. Tristemente, en dichos años tan críticos y desoladores para ellas, el militar francés era uno de los ‘machos’ que sacaba pecho por la conquista, el acostón, el placer y la lujuria.

Según biógrafos, la primera joven por la que se interesó el estadista francés fue Desirée Clary, una noble que llegaría a ser reina de Suecia. Bonaparte pidió su mano con la esperanza de casarse prontamente con ella. Sin embargo, la propuesta fue rechazada. Esto causó una herida inherente que trajo un pensamiento superficial y sexista hacia el género femenino.

Se dice que tiempo después conoció a Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie, una vizcondesa viuda del general Alexandre de Beauharnais, ejecutado durante el terror revolucionario. Napoleón la apodó Josefina y resultó siendo su compañera de vida.

El 9 de marzo de 1796, tanto él como Josefina contrajeron matrimonio en la ciudad del amor, París. Fue una ceremonia civil en la que, según indican reportes históricos, Bonaparte llegó dos horas tarde.

Luego de que ambos dieran el sí, sus vidas se formaron en un vaivén de emociones, especulaciones, amantes por un lado y otro; infinitas infidelidades y una cantidad de cartas escritas por parte del militar, que resaltaban todo tipo de acto sexual. Cada palabra escrita iba dedicada al deseo insaciable de su cuerpo.

El controversial ‘sexting’ de Napoleón

Después de la boda, únicamente pudieron pasar dos noches juntos, ya que Napoleón debía seguir al frente de todas sus responsabilidades con Francia. De hecho, tuvo numerosas victorias en los campos de batalla que hicieron que ganara varios reconocimientos y que Josefina disfrutara de la libertad que muchas mujeres no tenían en aquel entonces.

Llevó una vida en París llena de fiestas y grandes lujos, dada la información de una de las biografías escritas de Josefina.

Entre el baile y el pasatiempo en los suburbios, la fidelidad a Bonaparte no fue un sacramento que le haya importado o preocupó en lo absoluto. Josefina fue culpable de haber engañado al militar francés en reiteradas ocasiones y Napoleón fue, también, señalado de deslealtad.

No obstante, fue durante los trece años que apareció su matrimonio que la llama no cesó gracias a la cantidad de cartas de amor escritas entre Bonaparte y Josefina. El informe de varios documentos indica que la mayoría de esa correspondencia se ha perdido y únicamente se conservan cinco cartas de las enviadas por ella a Bonaparte y 265 de Bonaparte a Josefina.

Durante los operativos que comenzaron en Italia, el ‘Romeo Bonaparte’ envió cientos de dedicatorias apasionadas a su amada. “Saltaba de continuo de las declaraciones románticas (‘no ha pasado ni un día en el que no te haya amado’) a las reflexiones centradas en sí mismo (‘no me tomo ni una taza de té sin antes maldecir la gloria y la ambición que me tienen separado del amor de mi alma’), hasta llegar a las quejas sensibles por la poca respuesta que recibieron sus misivas”, precisó Andrew Roberts en ‘Napoleón. Una vida’ (Ediciones Palabra).

Pese al derroche de lujuria de Bonaparte hacia Josefina, “ella nunca le correspondió de la misma manera. Esa pasión absoluta que Napoleón sintió por Josefina ella nunca la vivió”, indicó Ángeles Caso, la historiadora y periodista.

“Mi alma está triste; mi corazón se siente esclavo, y mi propia imaginación me aterra… Tú me quieres menos, y eso te consolará. Un día, ya no me querrás; dímelo; al menos, sabré merecer la desdicha (…)”, se lee en una de las cartas escritas por el militar.

En las candentes epístolas, Napoleón resaltaba la ambición y la codicia de hacer el amor con Josefina tan pronto se encontraran de nuevo. Incluso, en una de tantas misivas, el comandante apodaba a las partes íntimas de su amada como ‘Petite baronne de Kepen’ (Pequeña baronesa de Kepen).

“Adiós, mujer, tormento, alegría, esperanza, y alma de mi vida, a la que amo, a la que temo, que inspira en mí sentimientos tan tiernos que provocan una naturaleza y unas emociones tan impetuosas y volcánicas como el trueno”, siguió escribiendo Bonaparte.

En otra de sus cartas recalcó: “Hasta la vista, mi amor, un beso en los labios y otro en el corazón, deseando que llegue el momento en el que pueda estar en tus brazos, a tus pies, en tu seno”.

Andrew Roberts indicó en la biografía escrita que Bonaparte le solicitó a Josefina que no se aseara antes de su llegada, pues quería impregnarse de su olor, de su aroma.

Pero ante la lejanía, la distancia y la poca actividad sexual -por más cartas que se hubiesen escrito-, Josefina perdió poco a poco el interés y le fue infiel a su esposo con Hippolyte Charles, un teniente de húsares, a quien conoció en Italia.

“No puedo soportar a una amante, y menos aún que tú tengas uno”, le escribió cínicamente Bonaparte, quien al enterarse de la infidelidad sostuvo una aventura con Pauline Fourès, la esposa de un teniente de caballería. Y de ahí otras más, muchísimas amantes más.

A medida que Josefina le respondía con poca frecuencia las epístolas, Napoleón la iba dejando de amar y, en cambio, el odio y desprecio crecían como una sed de venganza al interior de su alma.

“Ya no te quiero; más bien te detesto. Eres mala, torpe, boba y sucia. No me escribes, no quieres a tu marido; sabes el placer que le producen tus cartas, ¡y no le escribes ni siquiera seis líneas deprisa y corriendo!”, redactó el comandante francés.

El engaño condenó a Josefina a ser una fiel súbdita de Bonaparte. Cuando él comenzó a enterarse de las andanzas de su esposa, su corazón se congeló literalmente; no volvió a ser el mismo hombre amoroso y pasional, aquel que escribía conmovedoras, explícitas y excitantes cartas de amor.

Bonaparte se tornó en hombre tosco y grosero con Josefina y solo hasta ese momento ella dejó a un lado sus amoríos y se dedicó por completo a su esposo, no por amor sino por interés, pues el matrimonio los tendría a ambos en el nivel social adecuado.
“Napoleón siguió con Josefina porque el matrimonio le interesaba desde el punto de vista social, sobre todo después de coronarse emperador”, indicó la historiadora Ángeles Caso para la agencia británica ‘BBC’.

Ante tantos descontroles que comenzaron a surgir en la vida amorosa de ambos, el 14 de diciembre de 1809 Napoleón tomó la decisión de poner un alto a su matrimonio y se divorció de ella. Fue solo cuestión de papeles y documentos, pues su relación ya estaba condenada al martirio y a la perdición. No obstante, el francés fue ‘generoso’ y le otorgó el título de emperatriz junto a unas buenas condiciones de vida a nivel económico y social.

“En parte, por respeto a la propia dignidad imperial y porque en ese momento final siente cierto cariño hacia ella”, opinó Ángeles Caso.

El Tiempo.