El voto, o sufragio universal, es un derecho que todos los ciudadanos colombianos mayores de 18 años pueden ejercer. Empero, el promedio de participación electoral en Colombia es del 45%. Es decir, menos de la mitad de las personas habilitadas para votar lo hace.

A partir de este abstencionismo electoral que hemos vivido en los últimos tiempos en Colombia, los medios de comunicación han puesto encima de la mesa el debate sobre la obligatoriedad del voto.

Con el fin de contribuir al debate vigente, expondré los pros y contras del voto obligatorio.

Ventajas y desventajas del voto obligatorio

En 27 países del mundo  el sufragio activo —es decir, elegir democráticamente a los representantes políticos— se considera no solo un derecho, sino también un deber ciudadano. Una obligación recogida en sus constituciones y leyes electorales, y que en muchos casos implica incluso la imposición de sanciones. Los países que contemplan en sus ordenamientos legislativos el voto obligatorio a nivel nacional, son los siguientes: Argentina, Australia, Bélgica, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Corea del Norte, Costa Rica, República Democrática del Congo, Ecuador, Egipto, Gabón, Grecia, Honduras, Líbano, Libia, Liechtenstein, Luxemburgo, México, Nauru, Panamá, Paraguay, Perú, Singapur, Tailandia, Turquía y Uruguay.

De la lista es pertinente resaltar dos cosas. En primer lugar, el amplio número de países latinoamericanos que han acogido el sufragio obligatorio: 11 de los 27. La otra es el hecho de que algunos de los países que aparecen en esa lista no son realmente democráticos. El Índice de Democracia de The Economist califica como de “régimen autoritario” a Egipto, República Democrática del Congo, Corea del Norte o Libia, y como de “régimen híbrido” a Turquía, Bolivia o Tailandia.

Ahora bien, teniendo un mapa mental más claro de los países donde el sufragio activo es obligatorio, el paso a seguir es resumir las ventajas electorales que han tenido las naciones democráticas mencionadas anteriormente.

El voto obligatorio a demostrado que, movidas como la promoción del abstencionismo electoral, estrategias clientelistas y remover las dificultades para acceder a mesas de votación, pierden fuerza. En otras palabras, con la implementación del voto obligatorio el ciudadano se encuentra en una encrucijada que lo hará tomar una decisión basada en privilegiar el bien colectivo por encima de intereses económicos o materiales que satisfagan sus necesidades individuales. Asimismo, el ciudadano empezará a utilizar de mejor manera el poder que tiene en sus manos para votar de forma más consciente, puesto que se verá obligado a estudiar las propuestas de campaña de los candidatos, y así, asegurar la representación del pueblo por medio de los representantes que entiendan las demandas sociales y sean capaces de subsanarlas.

Uno de los referentes más importantes a nivel político que tuvo Colombia en el siglo XX fue Luis Carlos Galán Sarmiento, el cual señaló que la Democracia colombiana demanda una participación mayor de votantes, sobre todo por parte de tres sectores sociales; los jóvenes, las mujeres y los sectores populares, los cuales intervienen poco en los procesos políticos y carecen de representación adecuada. En ese sentido, el voto obligatorio puede ser el mecanismo para llevar a cabo el cubrimiento de esa demanda, logrando cumplir el mandato constitucional de participación ciudadana propio de un Estado Social de Derecho.

El otro problema que nombró Galán, es la calidad de la participación. Ésta se encuentra vinculada al desarrollo de la Democracia local y a la necesidad de cuestionar la centralización del poder político. “Descentralizar es fundamentalmente una cuestión política. Significa redistribuir el poder. Aceptar que la comunidad asuma responsabilidades y maneje directamente sus problemas. La Democracia no es solo un sistema para escoger a los gobernantes, sino sobre todo, un método para resolver los asuntos públicos y los problemas comunes de los grupos sociales” (Gálan, 1997).

Sin embargo, para los detractores del voto obligatorio (como los anarquistas o liberales, por ejemplo) ese tipo de declaraciones que fundamenta Galán son consideradas sofismas, ya que el  ciudadano puede elegir a un diputado, pero otra cosa muy diferente es que ese diputado represente el ser de cada votante. Aparte, ellos responden a un partido político o movimiento social y sino lo hacen, los expulsan de ipso facto. Por otro lado, estas ideologías consideran que la patria es un invento, porque a partir del siglo XIX la idea de patria tomó relevancia en Latinoamérica con las juntas hispanoamericanas. Éstas estaban en contra de la corona y no aceptaban subyugarse al gobierno de la Regencia española, y la forma más creativa y eficaz que tuvieron estos organismos políticos para poder independizarse del mandato español, fue uniendo el entramado social de la época a través de símbolos patrios.

Por último, si se analiza la obligatoriedad desde el punto de vista de la moralidad política, es extremadamente riesgoso trasformar las reglas de juego actuales que establece la normatividad colombiana, pues se estaría vulnerando el derecho a la libre expresión fundamentado por la Constitución Política de 1991. Además, democracias como la inglesa y la estadounidense, que han sido un modelo de sistemas democráticos más o menos estables en el mundo, tienen un sufragio activo voluntario.

En conclusión, el debate de fondo se esconde en una pregunta: ¿Es la abstención electoral un pecado capital para la Democracia o es un derecho que los ciudadanos poseen para expresar su oposición al sistema político?

Referencias:

Galán, L. C. (1997). ¿Hacia dónde va la Democracia? En F. Acosta, Democracia Procedimiento y Multitud, La Imaginación de las Necesidades. Bogotá, Colombia: Impresol Ediciones LTDA. Bogotá, Colombia: Colegio de la Salle.