16-abril-2020.

Por: María Camila Trujillo.

Una novela post segunda guerra mundial parece replicarse en nuestra realidad contemporánea.

“Hay los que tienen miedo y los que no lo tienen. Pero los más numerosos son los que todavía no han tenido tiempo de tenerlo”. Albert Camus, La peste. 1947.

Cuando Albert Camus escribió la Peste, por allá después de la Segunda Guerra Mundial, seguramente estaba haciendo una analogía con lo que fueron las secuelas de ese suceso histórico que los había marcado como sociedad. Una epidemia que arrasa con el estilo de vida de un pueblo (Orán), y que pone en jaque el sistema de valores de sus habitantes hasta llevarlos al límite, parece una perfecta sincronía con lo que está pasando en este momento. 

La progresiva pérdida de las libertades individuales, las calles vacías y las personas desconfiando hasta de su propia sombra, fueron situaciones que desde entonces describían muy bien un escenario distópico, que, sin embargo, en el 2020 terminó convirtiéndose para todo el mundo en una realidad.

Como bien sabemos, persiste un aire de incertidumbre y zozobra colectiva ante lo inesperado. Es como si todo estuviese apenas comenzando. Asumimos en diferentes proporciones las medidas que se han ido instaurando desde que el Covid-19 se declaró oficialmente como una pandemia, y nuestro día a día se convierte en una suma de transformaciones que aún no nos han develado cuál será si quiera, el posible desenlace de esta historia.

Por todo lo anterior, no estaría de más revisar algunas lecciones que Camus nos dejó, como buen viajero adelantado a su propio tiempo, en la novela “La peste”.

  1. La condición humana es en sí misma una eterna contradicción.
  2. La búsqueda de distracciones para lograr un estado de sedación temporal, no cambiarán los hechos, ni transformarán lo que está pasando.
  3. Solo bastan unos cuantos días para que una ciudad que defiende las libertades individuales se transforme completamente y surjan formas de control no concebidas hasta entonces.
  4. Separación, ausencia, aislamiento y soledad dejan de ser sentimientos exclusivos de unos cuantos y se convierten en un síntoma colectivo que invade a todos por igual.
  5. La sensación de quedarse atrapado en un lugar al que no se pertenece, o lejos de los seres queridos, saca a flote las frustraciones y anhelos más profundas.
  6. El aislamiento se convierte en un estado que lleva a cuestionar la construcción del “Yo” de cada individuo, dándole la posibilidad de descubrir su verdadera naturaleza. Mirando hacia adentro es cómo llegamos a confrontar nuestros miedos más profundos, pero también a reconocer cuáles son los motivos por los que queremos seguir luchando.
  7. Que haya una plaga invisible, así como una cantidad de muertos sumándose en la abstracción numérica, puede sentirse como algo irreal y ocasionar como resultado la indiferencia de muchas personas.
  8. A pesar de las restricciones y de las advertencias, existen quienes se niegan a dejar de lado sus actividades de esparcimiento. Una de las escenas más dramáticas de la novela, es cuando en plena función de Ópera uno de los personajes se desploma en el escenario a causa de la peste; confrontando así al público horrorizado con el absurdo de sus propias decisiones.
  9. Los héroes emergen con acciones de la vida cotidiana. Pequeños gestos de empatía, consciencia personal y colaboración pueden ser más poderosos que las decisiones de los líderes de una nación.
  10. Aunque podemos no ser 100% responsables de una situación histórica que se sale de control, sí somos responsables de como respondemos ante ella y de qué maneras buscamos redimir nuestros propios errores.

Así pues, además de ser una invitación a leer esta interesante novela, que entre otras cosas rompió record de ventas en muchos países del mundo, es también un llamado a despertar nuestra consciencia colectiva para repensar lo que somos y direccionarnos hacia una mejor versión de nosotros mismos.