11-julio-2020.

Han pasado 14 años, cuatro mundiales, muchas series y narconovelas “criticadas”, pero tristemente, con un alto consumo, alto rating y premios.

Trascurría el año 2006, yo tenía 10 años, una edad para jugar con los amiguitos. Nunca me gusto jugar a cosas de niños, mi infancia fue diferente, en la mañana colegio, en la tarde tareas y deporte, luego en la noche acostarme temprano y descansar, al menos hasta el 16 de agosto del 2006, el día del estreno de la serie más vendida en ese año: Sin tetas no hay paraíso.

Diez de la noche, ese era el horario de las emisiones de los 26 capítulos de tan esperada e impactante serie, mientras mi madre me decía “vaya acuéstese que tiene que madrugar a estudiar”, yo desatendía,  prendía el televisor y ubicada el canal 3 que era el número que le correspondía a Caracol Televisión en mi parabólica.

Empezaba el primer capítulo, pero antes un aviso de advertencia: el siguiente programa es SOLO PARA ADULTOS, una advertencia que es común en las programaciones de un horario no familiar y de un contenido fuerte.

Los adultos sin haberla visto podían deducir de qué se trataba, pero uno de niño está a la expectativa, “tetas”, que palabra tan grosera para esa edad, pero tan popular y casual.

Al día siguiente eso fue tema de conversación en el colegio, mis compañeros y yo hablábamos de las actrices, la diabla era la más mamacita, Catalina un cero a la izquierda y eso que teníamos 10 y 11 años.

Mi prima, Angélica Peña, quien se desempeñaba como profesora de español en un colegio reconocido de aquí en Palmira, privado, de religiosos y “gomelos”, fue quien pagó los platos rotos al querer mostrar, con el consentimiento de los padres de familia, el libro de Gustavo Bolívar “Sin tetas no hay paraíso“: una realidad inmoral en Colombia, el querer conseguir riquezas y fama en medio de fincas, camionetas, escoltas, whisky y narcotráfico con el oficio más antiguo del mundo: la prostitución.

Sé que han pasado muchos años, pero a esa edad yo no tenía la capacidad de entender por más que fuera un fiel televidenteesa realidad, y segundo, creo que actualmente todos somos testigos de ver como las plataformas digitales son frecuentadas cada día para denigrar y clasificar a las mujeres con términos obscenos y machistas, demostrando el arraigado machismo que existe en Colombia.  

A mí lo que me sorprende es la poca capacidad que tiene la gente para interpretar la realidad oscura de nuestro país, hoy en día vemos —sin ser machista— como una mujer que exhibe su cuerpo recibe más likes que una que una que muestra su rostro, vemos que si ofrece un “pack” obtiene muchos comentarios y seguidores, pero como dice mi prima, somos un país de doble moral, y para recordar al ídolo Jaime Garzón “aquí se estremecen porque uno dice una grosería en televisión, pero no se estremecen cuando ven a un niño limpiando vidrios”, se estremecen por una profesora y un libro, pero no por lo que realmente pasa.

Los padres no ganaron la tutela pero mi prima fue desvinculada, y la cereza en el pastel, esa obra ha sido una de la más vendidas en Colombia de manera legal e ilegal. Seamos realistas, la realidad es una escuela, buena o mala.