14-noviembre-2019.

Hemos visto con asombro, entusiasmo y hasta alegría, las enormes protestas civiles y ciudadanas que recorren el continente, de cabo a rabo, poniendo en jaque los cimientos de las democracias y sistemas de esos países hermanos.

En Chile, Bolivia, Ecuador, Argentina y ahora Colombia, vemos cómo los ciudadanos exigen y reclaman legítimamente, en la mayoría de los casos, sus derechos y la prevalencia del interés general sobre los intereses particulares y personales de una elite que se ha mantenido en el poder por décadas. Y quiero que no me mal entiendan, esas elites son tanto de derecha como de izquierda, o hasta de centro, que se han perpetuado en el poder y lo han utilizado con fines mezquinos y egoístas.

Pero, déjenme decirles que eso me deja muy pensativo y preocupado, si bien es cierto, el derecho de la protesta y del reclamo son expresiones naturales de la libertad de expresión y de los derechos del ciudadano, ¿por qué protestan cuando tuvieron en las urnas la posibilidad de elegir a gobernantes más afines a las realidades y pensar ideológico de los que hoy protestan.

Me explico, sin perjuicio de las marañas electorales que hemos visto durante años, ¿por qué los jóvenes, adultos y demás ciudadanos que hoy salen a la calle a protestar, legítimamente, no salieron a votar de manera masiva en contra de lo que hoy reprochan?

Es más, les tengo un dato: la mayor cantidad de abstencionistas en Colombia es la población entre 18 y 23 años. Lo que significa que quienes hoy impulsan las protestas son los que no ejercieron su derecho al voto, y permitieron que otros decidieran por ellos.

No quiero decir que no haya elementos, circunstancias y argumentos válidos que motiven las protestas. Como lo he señalado en columnas anteriores, Colombia y Cali requieren de unas transformaciones sociales, económicas, educativas y culturales enormes y sostenidas en el tiempo, que reinventen el sistema y el régimen imperante; pero ¿qué pasa con el ejercicio más importante y valioso de una democracia, como es el voto?

Elegimos a los de siempre, salvo contados casos, los mismos con las mismas. Y los candidatos que se dicen de opinión o “de centro” carecen de conocimiento de lo público o sus propuestas no tienen el sustento y claridad suficiente para ganar respetabilidad y confianza.

Y los que ganaron asombrosamente frente a maquinarias muy bien aceitadas, tendrán la tarea doble de hacer las cosas lo mejor posible y demostrar que dejaron por completo las malas prácticas.

En resumen, protestas sí, pero no sigamos como el adolescente inmaduro que no asume las consecuencias de su propia desidia, escepticismo e importaculismo, y luego viene a quejarse por las decisiones que dejó que tomaran otros.

Como libre pensador que trato de ser, reflexiono en que debemos defender nuestra forma de ver la vida, nuestra ideología o creencia, el derecho fundamental a la libertad de expresión y del libre desarrollo de la personalidad, pero dentro de límites que no trasgredan o vulneren los derechos de los otros, con plena conciencia de que todos somos iguales y que merecemos un trato igual, y sobre todo, ejerciendo mi libertad y me derecho, dentro de los canales democráticos y a través del ejercicio del voto popular.