5-octubre-2020.

“Virtual para qué”, “así no aprende nadie”, “dura más un bombón en un colegio que una clase por zoom”, “para eso me quedo durmiendo”, “es mejor que repita el año”, “eso virtual no me sirve, cancele el semestre”; estas son algunas de las interpretaciones que la mayoría de padres de familia y estudiantes, sienten con la nueva modalidad del sistema educativo, el cual deja más vacíos que propósitos cognitivos.

Inquieto por el tema de la educación, le pregunté a una amiga -que se desempeña como docente en humanidades y filosofía-, ¿Cuál era su concepto sobre la educación virtual?. Ella, como buena lectora, no solo de las letras, si no de los distintos contextos, me responde con seguridad lo siguiente: “no da, las clases virtuales son un 70 % estudiante y un  30 % docente. Colombia tiene un modelo pedagógico tradicional, no es un modelo abierto. Hay padres que prefieren comprarles un celular caro a sus hijos para que se tomen fotos que un buen computador para que estudien”.

Concluido su aporte a esta pregunta, recité una frase del creador de Macondo: “una educación desde la cuna hasta la tumba”. Y le hablo sobre la importancia de la educación inicial y la primera infancia. Al parecer la conversación era tan amena, que ambos pensamos en Gina Parodi (ministra de educación en el gobierno de Santos), y su especie de rescate a la educación inicial como derecho impostergable.

A raíz del segundo tema de conversación empiezo a rememorar los aportes de Vygotsky, Duprè, Piaget, Kohnstam, Freinet y Montessori, los cuales, enfocados en el desarrollo del niño, consideraban que dicho desenvolvimiento era posible por medio de la interacción, la exploración y la imaginación. Es decir, es de vital importancia que el niño tenga relación con diferentes entornos, algo que ha sido imposible debido a la pandemia, pues los docentes – no niñeros- de esta etapa educativa han tenido que reestructurar su plan de clases, cambiando las clases que estaban basadas en psicomotricidad por clases tediosas y de corta duración.

Siguiendo un orden, lo adecuado sería hablar de la educación básica y la  educación media, puesto que el aprendizaje es cuestión de grados. En general, el término educación, con base en lo académico implica algo que brinda pautas para determinar objetivos a trabajar con los estudiantes. Es un camino por construir que se desarrolla durante un año y se llama currículo, el cual ha tenido que ser modificado de tal manera que no llena las expectativas de los administraciones educativas, docentes, estudiantes y padres de familia; provocando una educación que no cumple con uno de sus principales objetivos que es la reflexión y el método de aprendizaje situación problemas.

Entre las múltiples definiciones que tiene el término currículo (más de treinta), varias de ellas coinciden en que el currículo debe estar conformado por un aprendizaje mitad teórico y mitad práctico, para así cumplir con el método de aprendizaje por exploración. Aquél método no se ha cumplido a cabalidad,  perjudicando en gran medida a los estudiantes universitarios que dependen de la praxis en ciertas materias o para la culminación de sus carreras.

Según las estadísticas de las pruebas PISA – programa para la evaluación internacional de alumnos- y el análisis de los especialistas, Colombia tiene una educación deficiente y en crisis. Dicha educación, no debe luchar  solamente contra la corrupción y el presuroso tiempo de las clases, sino también ante la falta de interés de sus protagonistas – estudiantes- quienes optan por  el copie y pegue, por mandar a hacer los trabajos y no por investigar, profundizar y acudir a lectura. Creando de esta manera un aprendizaje por períodos, un aprendizaje limitado y una hoja en blanco ante la falta de capacidad para generar respuestas, y así, se genera imposibilidad para trascender intelectualmente.

Si bien existe algo que se llama el inputs (preferencia en la entrada de la información sea visual o aditiva), actualmente la virtualidad ha hecho que solo exista una forma de “aprender”: esta consiste en activar el audio, apagar la cámara y el micrófono, y dedicarse a otras actividades como el sueño prolongado, compartir memes, jugar en las consolas o ver series en Netflix.