5-diciembre-2019.

En Guanajuato, México, hay una calle muy famosa que solo tiene 68 cm de ancho y lleva como nombre ‘El Callejón del Beso’. En ella los balcones de dos casas ubicadas una enfrente de la otra, se encuentran a tan a solo un brazo de distancia.

Cuentan que en una de esas casas vivía Carmen, hija de un padre celoso que buscaba entregar la mano de su hija a un hombre adinerado y de buena familia, para así obtener beneficio personal y mejorar sus finanzas.

En medio del estricto control Carmen conoció a Luis, un minero, con la complicidad de Brígida, su dama de compañía, se veían a escondidas en un templo cercano a su casa; hasta que un día fueron descubiertos, y el padre decidió encerrarla y amenazó casarla con un hombre digno de su clase, sin importar la edad que este tuviera.

Ante tal situación Luis no supo qué hacer. Un día, mientras rondaba la casa de su amada, cayó en cuenta de que el balcón de Carmen estaba casi pegado con el de la casa vecina.

Pensó que si compraba esa casa podría estar en frecuente contacto con la mujer que amaba. Después de muchos intentos y gastar todo su dinero, finalmente logró comprar la casa a un valor muy elevado. Es que tener tan cerca a Carmen y contar con la posibilidad de hablar con ella a diario era algo que para Luis no tenía precio.

La pareja se veía todas las noches en sus balcones, hasta que un día, distraídos, mientras se daban un cálido beso, escucharon al padre de Carmen gritando fuerte. De un momento a otro, enceguecido por la furia, tomó una daga y la clavó en el pecho de su hija.

Luis no pudo soportar lo que había pasado y tiempo después se suicidó, lanzándose al vacío desde una de las cuestas de la mina en la que trabajaba.

Dicen que si una pareja visita el callejón y no se da un beso en el tercer escalón, tendrá siete años de muy mala suerte.

Creo que el amor y la muerte tienen mucho que ver, puesto que son temas que nunca terminaremos de entender y, de cierta forma, se tocan en sus extremos. Imagino que el primero, de alguna manera, contrarresta al segundo o, por lo menos, lo hace ver menos trágico.

Héctor y Cecilia, mis padres, son la pareja de la foto y llevan más de 50 años juntos, quizás ellos lo tienen claro.