7-mayo-2020.

Por: Juan Manuel Obregón.

En medio de una de la crisis más complejas y profundas que afronta la humanidad en la historia reciente, han emergido a la superficie muchos debates, desde los más triviales y superfluos, hasta los más profundos.

Así las cosas, es apenas normal que en medio de semejante crisis, que obligó a frenar nuestro estilo de vida conocido, consumista y desbordado, de escasez y de abundancia, de extremos irreconciliables y de sociedades deshumanizadas. Un tren de alta velocidad que paró en una milésima de segundo de manera abrupta y violenta, pues sacó a relucir las heridas, los conflictos, las calidades y los defectos de nosotros y estos comenzaron hacerse evidente a los ojos de todos.

Uno de los más evidentes, la pobreza y la gigantesca desigualdad en Colombia. Es decir, la cuarentena no ha cambiado en nada los índices de pobreza y desigualdad en el país, lo qué pasa es que ahora son más visibles y palpables las desigualdades, las necesidades y la precariedad del 80% de los colombianos.

Ojo a este panorama analizado por el World Top Income Database (Base de datos de los ingresos más altos en el mundo), según la información recopilada de la información fiscal histórica de Colombia. El 1% de los que tienen los mejores ingresos salariales en Colombia, y no hablo de los rentistas de capital, participan en el 20% de los ingresos que generan todos los colombianos juntos, y más grave aún, el 10% que tienen los mejores ingresos en Colombia participan entre el 53% al 55% de los ingresos totales que perciben los colombianos.

Ahora, si nos remitimos a la propiedad del capital, su rendimiento y la capacidad de generar riqueza, está es mucho más concentrada que el ingreso por salarios o contraprestaciones por servicios, que indican que el 10% de los más ricos poseen el 60% del patrimonio nacional. ¿Absurdo no?

Por eso tenemos que dejar a un lado el paradigma de que la cuarentena es la culpable de los males actuales, es lo que quieren que creemos. La verdad es que Colombia es el ejemplo perfecto de una sociedad profundamente desigual, desinformada, sin educación y sometida al miedo. Los que quieren “reactivar la economía” son los que no quieren perder sus inmensos capitales o los jugosísimos rendimientos de ellos. Hoy todos estos son los grandes beneficiarios de las ayudas gubernamentales.

Por ejemplo, con lo que Avianca necesita para salvar la compañía, en franca decadencia desde hace varios años atrás, que se estima en $1.200.000.000 de dólares, es decir, 4 billones de pesos aproximadamente, se subsidian de manera directa, como exige Avianca, todas las microempresas y pequeñas empresas en Colombia, y alcanza para ir esbozando y reformulando las bases de la transformación social y económica, hacia un capitalismo humano y progresista, poniendo en marcha una renta básica universal.

La renta básica universal y la inversión de manera fuerte y masiva en la educación básica y sobre todo superior de alta calidad, permite el acceso a una amplia mayoría de jóvenes, y sobre todo pertinente a la demanda de calificaciones que el estado necesita para producir los bienes y servicios consumidos por la sociedad,  estaríamos ante una verdadera política redistributiva del ingreso y la riqueza, al aumentar los ingresos por salarios de los más pobres y de la clase media.