17-julio-2020.

Un Colombiano dice: “yo me la rebusco aquí sentadito, el gobierno no me va a dar nada”, lo que no dice es si se la rebusca de manera legal o ilegal, rebusque es rebusque.

Otros colombianos se preguntan el porqué la gente sale, por qué tanta aglomeración, por qué tanto comercio y negocio abierto y por qué tanta delincuencia. Son los mismos colombianos, que no miran más allá, que parecen ser personas frívolas y, que al parecer, al tener un empleo estable y un sueldo fijo, les da para “pensar” que aquí todos tiene la misma capacidad económica para pedir domicilios, para trabajar en casa , para encerrarse a ver Netflix, o como dicen en las descripciones de las fotos en redes sociales, “apenas pase esto me voy para el mar”, “en el mar la vida es más sabrosa”.

Aquí no se trata de definir quién tiene más y quién tiene menos, quién puede y quién no puede, al fin y al cabo, esa es la esencia de la vida, unos con más, otros con menos y otros con los que les toque, citando a Jaime Bateman “aquí la libertad solo la tienen los que tienen dinero para comprar lo que quieren y para viajar donde deseen”.

Según las cifras del DANE, en Colombia el 47% de los Colombianos viven de la informalidad, es decir, del rebusque, de ese rebusque que requiere de “patoniadas”, asoleadas y tristezas. Son vendedores que llevan años instalados a las afueras de distintos negocios, vendedores que se han sabido ganar el aprecio de los propietarios, y como dicen ellos “gracias a Dios en este pedacito de anden yo ya tengo mi clientela”

Solo por citar dos de ellos, a esa cifras de informalidad pertenecen “churros” y ventas, dos vendedores informales de Palmira Valle; el primero vende deliciosos churritos,  el segundo vende vasitos de café con panes o masitas, de ahí sus seudónimos.

Conversando con ellos he notado en sus rostros tristeza y angustia, es lógico, hace poco volvieron a las calles a realizar sus actividades debido al  aislamiento preventivo y, lo peor, es que ninguno de los dos salió favorecido por las ayudad del Estado, “no mijo, aquí todavía la estoy esperando, a mí me toca es vender como un hijuemadre, pero ahí vamos”“aquí yo me hago lo de la papita, lo de la piecita”. Lo de la piecita, muchos de esos vendedores que viven de la informalidad no pueden pagar arriendos en casas porque suelen ser costosos para sus ganancias.

Yo creo que ellos más bien se ajustan a la imágenes que circularon por mucho tiempo en redes sociales que decían: “vida como te pongas te vivo”,  para ellos y muchos otros la vida esta exclusivamente para sobrevivir, no para darse gustos, ni para subir fotos en apartamentazos y colocar un numeral que dice quédate en casa, ellos si se quedan en casa no le pueden llevar la papita a su familia.

Lo que sucedió en Arroyo de Piedra el 6 de julio, ha llevado a una sola interpretación: que los que se robaron los pescados son ratas, es que sí lo son, pero son ratas llenas de necesidades. Busquen la región en Googlecon solo ver imágenes se pueden notar la precariedad y el asilamiento, no preventivo, si no de importancia por parte del Estado, son zonas en donde la comercialización del pescado es un mecanismo de sobrevivencia, y sí, hicieron algo ilegal, robaron a otra persona que se la rebuscaba con su camión, pero esto es Colombia, un pueblo lleno de necesidades y de carencia de análisis.

Con esto invito a las generaciones del 95 al 2000 a que sean objetivos, no subjetivos, de que por más que quieran promover el quédate en casa , es imposible llevarlo a cabo en un país de vulnerabilidad. Aclaro que no estoy incitando a que salgan por salir o a la delincuencia, solo quiero que miremos la sociedad y sus necesidades. Todo quisieran quedarse en casa, pero no todos pueden.