2-octubre-2020.

Es un día soleado. El paisaje deja ver unas montañas al fondo y varias nubes que contrastan con un cielo azul.   Un mar o lago extenso colinda con unas costas desprovistas de estructuras y personas.  Parece un lugar paradisíaco, uno en el que sería bueno pasar una temporada de vacaciones, pero algo que no cuadra completa la imagen: un bus de colegio, agarrado a un globo por cuatro cuerdas, flota encima de las aguas calmas.

Presenciamos, claro está, una ficción.  En el bus van 100 avatares, un centenar de identidades virtuales creadas desde diferentes rincones del planeta, para poblar una partida del mundo virtual Fortnite Battle Royale; que en su lanzamiento batió un récord, al congregar a 3.4 millones de jugadores al mismo tiempo.  Imagino que en eso se nos va gran parte de la vida, es decir, en soñar con ser otros sin dejar de ser nosotros mismos.

Estos 100 contrincantes deben enfrentarse entre sí y tienen como reto sobrevivir, y el último en quedar en pie es el campeón de la partida.

El puñado de muñecos virtuales cuenta con un tiempo predeterminado para saltar del autobús y en vez de paracaídas descienden a la superficie, a lo Mary Poppins, agarrados de una sombrilla.

Fortnite es un juego de supervivencia y consiste en permanecer vivo el mayor tiempo posible, porque los otros 99 personajes intentarán eliminar a sus contrincantes, a punta de bala, con todo tipo de armas: fusiles de asalto, subfusiles, lanzacohetes y lanzagranadas, entre otros. Es un juego muy violento, suavizado por una línea gráfica que tiende a ser más caricaturesca que real.

Un juego para niños” pueden pensar algunos o, “otra de las tantas maneras de perder el tiempo por medio de la tecnología” pueden pensar algunos padres, pues los juegos de video siempre han sido estigmatizados por educadores, que insisten que pueden generar dependencia y distracción, afectando otros aspectos de la vida de niños y adolescentes como el estudio, al tiempo que provocan aislamiento y dificultad para concentrarse, entre otras cosas. Pero como la realidad se empeña en destruir todo tipo de teorías y conjeturas que comenzamos a adoptar como verdades, de repente aparece Kyle Giersdorf, alías Bugha, un adolescente de 16 años que participó en el torneo mundial de Fortnite celebrado en Nueva York a finales de Julio de este año.

Giersdorf, se ganó la medio pendejadita de 3 millones de dólares, de los 30 que se repartieron para las diferentes modalidades de juego, luego de coronarse vencedor como jugador solitario, y quedar con el título de mejor jugador de Fortnite del mundo.